Un viaje por el Amazonas

    Fidel emana respeto con su simple presencia. Casi con un siglo a cuestas, con cuerpo de monte, cabello corto y blanquecino, posee una mirada profunda, como la quién conoce los grandes misterios que se esconden en la adversidad de la existencia, y aún sigue en pie para compartirlos. Fidel acaricia la sabiduría de un hombre de conocimiento e ilumina el camino de quién lo visita. Es un viejo Chamán, un curandero del mundo espiritual, el último de su pequeña comunidad. Internado en su humilde maloca de madera y hoja de palma, este médico, consejero, visionario, recibe de brazos abiertos a los viajeros que procuran encontrar algún conocimiento, poder, o una modificación en su forma de percibir la realidad.

Cocinando la medicina


    Llegar al inhóspito territorio donde habita requiere un largo de viaje en piragua desde la ciudad-isla peruana de Iquitos y luego algunas horas de caminata por una trilla que se adentra en la selva amazónica. Para empezar, Iquitos es la ciudad más poblada del mundo que no cuenta con acceso terrestre, al estar rodeada por los ríos Amazonas, Nanay e Itaya y el Lago Moronacocha. Sus dos vías de comunicación son la aérea y la fluvial, teniendo esta última acceso desde el sur por dos puertos peruanos, uno en Pucallpa y otro en Yurimaguas. Desde Pucallpa son cinco días de barco por el río Ucayali, y desde Yurimaguas ( puerto desde el cual zarpé ) son tres días de viaje, incluido en el pasaje tres comidas diarias y la posibilidad de dormir en hamaca, o en su defecto por no contar con una, en el piso de metal. 

Yurimaguas




    Iquitos creció con la fiebre del caucho a inicios del siglo xx. Su gran metrópolis de casi medio millón de habitantes es considerada la ciudad con mayor contaminación auditiva de Latinoamérica, debido a la cuantiosa cantidad de motocarros que circulan a diario por sus calles y avenidas. Es esta extraña mixtura entre la arquitectura histórica, el exotismo de la cultura amazónica, las reservas naturales, la prostitución infantil y la existencia de comunidades indígenas conviviendo a su alrededor, que se ha convertido en una ciudad cosmopolita, hallándose durante todo el año turistas de todo el mundo en cada rincón.

    Regresando al tema principal, llegó a mi conocimiento la existencia de Fidel luego de escuchar el relato que dos artesanos brasileros hicieron acerca de su visita a la comunidad donde él moraba algunos días atrás. Las ceremonias de Ayahuasca habían sido parte de la visita. Se percibía un cambio radical en sus vidas oscuras y viciadas, entre otras cosas, notándose a simple vista una mudanza en sus formas de pensar y actuar. Despertaron una gran curiosidad en mí por conocer a aquel misterioso hombre.
    Me encontraba en ese momento alquilando el piso de una habitación de madera sin inmuebles, colchón ni puerta, en un barrio inundable cerca del mercado de Belén, dentro de la ciudad de Iquitos. Ellos estaban parando hacía un tiempo en la casa de otra familia, viviendo de la misma manera. En la época de sequía muchas familias de escasos recursos económicos, alquilaban el primer piso de la casa a los viajeros y ellos pasaban a habitar la planta baja con sus hamacas y utensilios de cocina., para generar una pequeña renta. Luego de comenzar la época de lluvia, la planta baja queda totalmente bajo agua, manifestando un paisaje tan extraño que Iquitos ha recibido el nombre de "la Venecia americana".


La Venecia del Cono sur

   Los brasileros dibujaron un mapa, con nombres e indicaciones para que pudiéramos llegar aquellos que los estábamos escuchando, que en ese momento eramos tres o cuatro argentinos y un chileno. La única condición, una vez atracados en la casa del chamán, era llevar carpa o hamaca y comida suficiente para la estadía. Había que tomar una piragua y luego hacer una caminata de más de dos horas dentro de la selva para llegar a destino. Si bien la información parecía estar clara, no dejaba de ser un riesgo el hecho de poder perderse en el camino.
   Una semana más tarde, con más curiosidad que miedo, me encontraba acompañado por dos argentinos, Alan y Ladislao y el chileno Fabián (los mismos que escuchamos el relato) arriba de una piragua en el apestoso puerto de Belén con un costal de lianas de Ayahuasca trozadas, hojas de chacruna, tabaco natural en mazo ( mapacho ), comida como para dos semanas y algunos bloques de melaza de caña ( chancaka ). Los cuatro íbamos dispuestos a conocer lo desconocido.

   El viaje inició de madrugada a bordo de una piragua de madera tirada a motor, hasta la orilla de una comunidad distante. Una vez que arribamos en el nuevo y rústico puerto después de una hora de viaje, el ruido citadino quedó sepultado en el inmediato pasado. Casas de madera y palma, dispersas sobre una selva domesticada para el cultivo y la cría de algunos animales, nos dieron la anónima bienvenida. Saludamos a los últimos vecinos e iniciamos la trilla a un viaje atemporal.
Caminando por la senda principal, paulatinamente nos fuimos introduciendo por un sendero cada vez más cerrado, estrecho y húmedo, en lo que podría denominar de "mi primera incursión a pie dentro de la virginidad del amazonas". 

Mercado de Belén






   En el camino cruzamos una bella manada de ruidosos monos "mochileros"; una variedad infinita de mariposas, arañas y árboles de tamaños y formas que hasta ese entonces jamás habíamos visto. La magia natural abría sus alas frente a nuestros ignorantes ojos. Cada tanto era necesario intercambiar la posición del pesado equipaje y sentir la belleza del paisaje que nos rodeaba. 
Atravesamos una quebrada con el agua hasta el pecho, costeados por un Paraíso Verde indescriptible, entregados a la confianza innata de que nada nos iba a hacer mal.


Quemar para luego cultivar


   Tres o cuatro horas más tarde de iniciada la travesía habíamos llegado. Elizabeth, nacida y criada en España, descendió de la única maloca a la vista, para recibirnos. Ella estaba dietando plantas, en su camino en busca del conocimiento hacía siete meses, conviviendo junto al chamán en medio de aquella majestuosa soledad humana. Fidel por su parte también nos acogió con una buena sonrisa.
  Este hombre casi centenario nada cobra a quien lo quiere visitar y convivir con él por tiempo indeterminado, ya que al no salir de esa jungla natural no precisa manejar dinero. Increíblemente precisa un sólo plato de comida al día para vivir, si es que alguien lo visitaba, y algo de tabaco orgánico para fumar con su extensa pipa. El tabaco es una planta sagrada, la cual lo mantiene alerta y al no ingerir el humo a sus pulmones no le genera ningun tipo de malestar. 
  El abuelo conversa poco y sonríe mucho. El canto de las aves y los colores de la selva son su cotidiana compañía. El vive a través de una ancestral sabiduría cargada de símbolos y mensajes que los espíritus y la materia le transmiten. Personalmente no llegaba a descifrar por completo su universo fantástico, sin embargo con simples demostraciones e informaciones que él compartía llegué a comprender que mi concepción del mundo y la realidad, era extremadamente pequeña. Hasta las mariposas le dejaban mensajes, sin la necesidad de lidiar con palabras u aparatos electrónicos para saber que precisaban de sus labores y consejos o que alguien estaba por llegar; algo que se escapaba en aquel entonces de la lógica para mí. Hasta que los días de convivencia comenzaron a suceder y luego de mucho tiempo ( meses, años ) todas esas teorías se convirtieron en parte de mi comprensión.

    Cocinamos la Ayahuasca con hojas de chacruna. Ceremonias nocturnas. Sudor, sueños lúcidos, imágenes incomprensibles. Falta de apertura. Bloqueo, miedo, retroceso. Limpieza mental. Silencio, ruido, oscuridad. 
    Quizás en aquel 2012 no estaba preparado, o estaba recién dando el paso inicial. El abuelo de todos formas me partió la cabeza, nada volvería a ser igual. Miedo a la locura. Tranquilidad, búsqueda más profunda, Soledad.





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