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Anidando en la calle |
“O numero de um morador de rua nunca é certo”, afirmó sonriendo en portugués el alemán, mientras buscaba una soga para
amarrar a su cintura el enorme pantalón que alguien le había regalado recientemente. Oriundo
de Criciúma, estaba regresando a visitar a su familia haciendo extendidos
trayectos a pie desde Florianópolis. Sus pies estaban cansados y gastados de
caminar tantos kilómetros en ojotas, con una mochila de niño escolar al hombro.
Hablaba de fútbol, hablaba de su romance con la María Juana, sonreía de forma desquiciada, mientras
esperábamos la donación de un almuerzo afuera de un restaurante rutero.
Quizás el alemán respiraba por inercia, y no demostraba estar construyendo algo productivo con su existencia, y quizás efectivamente estaba un poco demente. Sin embargo todos tenemos una minucia de locura segregando por la piel, sucede que la locura
de algunos es más visible que la de otros, y a él poco le importaba pensar, en
pensamientos ajenos o en convencionalismos culturales.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar sus elecciones viviendo en esta jungla de
obsesivos compulsivos no diagnosticados? Hasta los psicólogos van al psicólogo.
Quizás caminando algún día encuentre aquello que está buscando, o
quizás nunca halle paz en su corazón. Al final vivir, es una serie de intentos
acertados y errados, y cada cual consciente o inconscientemente es responsable,
y no una víctima, del resultado de sus propios actos.
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