Constitución

Encuentro "Qué genero?" debatiendo problemáticas y compartiendo vivencias

Una mujer con cara de sorrentino fuma pasta 
y le alquila su cuerpo de raviol 
a hombres de moño 
con billeteras de mostachol. 

La mujer baila salsa blanca 
y los hombres demonios 
no tienen tuco en su corazón.

La humildad de la Tierra

La majestuosa presencia del claro cielo infinito nos acomoda entre las butacas de la modestia, 
para que descansemos en la humildad de la tierra.
En el agua no somos peces.
En el cielo no somos aves.
En la tierra tampoco animales.
Somos simples humanos, 
pertenecientes a sólo una, 
de la incalculable cantidad de especies 
que habitan este Planeta.
Eso nos hace biológicamente únicos, 
pero no superiores.

Uruguay - Barra de Valizas

A donde nos lleva el Silencio?

De qué esta hecho el silencio?
Es un evento vácuo o nos reconforta de plenitud una vez que lo alcanzamos?
Hacia donde nos lleva cuando nos abandonamos al frenesí de su designio? 
Al tedio?
Al dolor?
A la claridad conciente?
Al encuentro con los elementos que reprimimos en lo cotidiano 
y que escondemos debajo de la alfombra mental?

A donde nos lleva el silencio?
Y si nos lleva,
 que parte del ser es la que conseguirá regresar?


Baños salvajes 3

Me pego un baño
y cuando me duela todo el cuerpo de los golpes
voy para allá
bebiendo tres litros de Shampoo para la caspa.

Serías capás de brindar conmigo?
Serías capáz de darme una caricia?
Serías capáz de lavarme la estupidez?


Barichara - Colombia

Desaprender

Texto del proyecto Enraizando nativas


Bombinhas - Brasil




Desaprender 


que los yuyos hay que arrancarlos,
que las flores son lo único lindo de las plantas,
que las espinas son peligrosísimas,
que las hojas caídas ensucian,
que el pasto corto es mejor,
que hay que podar los árboles para que crezcan fuertes,
que si llueve hay mal tiempo,
que las hojas comidas por insectos afean la planta,
que las orugas que comen las hojas van a matar a la planta,
que todas las orugas con pelos son urticantes y hay que matarlas,
que hay que matar a cualquier bicho que aparece,
que los insecticidas son venenos que sólo afectan a los bichos,
que las arañas son feas y malas,
que desaprender es otra forma de aprender.







Te necesito despierto




Te necesito despierta, 

para que no agaches la cabeza 
y obedezcas un orden nefasto 
que beneficia a unos pocos habitantes;


Te necesito despierto

 para que no mires con recelo el calendario
 pensando que las agujas del reloj te pinchan los ojos
 y las horas no te alcanzan para hacer lo que más te gusta;

Te necesito despierta
para que hoy bailemos embriagados
de locura líquida y trasparente e ideas retorcidas 
en un ritual pagano de poesía y letras, 
multiplicando la fuerza de la resaca.


Te necesito despierto

con la mente inquieta y el corazón abierto
dispuesto a vivir nuevas experiencias
que nutran y expandan los parámetros de tu sagrado espíritu, 
y se desprenda del rostro de cada lunes, cada madrugada y cada día, 
la más bella sonrisa, 
alegre de estar experimentando de a instantes la vida.


Te necesito despierta

para que dudes y reflexiones acerca de tus propias tradiciones, 
porque quizás sólo sean el producto del capricho 
de quién busca aplastar tu cabeza.


Te necesito despierto y activo

para que gritemos en la calle nuestras demandas
 y exorcicemos la rabia en una marcha de reclamo
 por la dignidad, el respeto y la justicia.

Te necesito despierta
 para que esta noche nuestros pitos y nuestras conchas se besen y se abracen
 en un orgasmo de placer eterno y evitemos el efímero y superfluo encuentro
 que nos arrastra al ocaso del olvido.

Te necesito despierto
con tus manos colmadas de esperanza
para que sembremos un futuro mejor en la Tierra Santa
 que nos brinda cobijo 
adonde nuestra alma vaya.

Te necesito despierta
cada día y a cada hora
 porque me es imprescindible tu brillante sonrisa compañera
 en la oscuridad de la arbitraria ignorancia.

Te necesito despierto
para inundarme de tu belleza
 en medio de las miradas esquivas e indiferentes.

Te necesito despierta
para que juntos silenciemos el sonido opaco de las botas negras, 
perfumemos el hediondo olor a pólvora cobarde 
y rompamos en mil pedazos la posibilidad
de que haya más muertos y desaparecidos
durante las supuestas democracias.

Te necesito despierto
para que comprendas que la condición natural de las aves
es la libertad del cielo y no el cautiverio fúnebre
de las jaulas domesticas
de terraza, patio y balcón.

Te necesito despierta 
para que recuerdes que al productor familiar y al cosechero
de las verduras que exponen en los comercios
los explotan unas pocas empresas
que se llevan las grandes ganancias
sin hacer demasiado esfuerzo.

Te necesito despierta
y erguida delante de tus ideales humanos
harta de soportar las justificaciones estúpidas
que le dan vida a la guerra, a la pobreza y a la desigualdad de género.

Te necesito despierto 
en la vulnerable situación de quién se enfrenta al miedo
 procurando en consecuencia algo mejor.

Te necesito, sabés bien que te necesito
porque sin el otro no somos nada.




Vacas

Paseo por los campos y veo vacas.
Las vacas me miran fijamente a los ojos.
Una, tres, todo el rebaño.
Las vacas siempre me miran a los ojos.
Será una mirada de auxilio?
Será que saben que las vamos a comer?



Busco amor en los tachos de basura



Soy de los que buscan amor en los tachos de basura.
Busco amor comestible,
como un pote de miel de campo o la canasta de pochoclos
con los cuales alguien se empalagó en el cine.
Busco amor de cartón para forrar mis poemas
y venderlos en las ferias y en la calle.

Busco amor líquido de uvas
 y no me importa si el vino esta picado o caliente.
Tengo el coraje de aceptarlo tál como es.

Soy de los que buscan amor en los tachos de basura.
Soy de los que buscan abrazos en los tachos de basura.
Soy de los que buscan caricias en los tachos de basura.
Soy de los que buscan tiempo en los tachos de basura.

Soy un arqueólogo de la porquería,
pero yo no me conformo con los restos óseos de un dinosaurio prehistórico,
prefiero un hueso de pollo con su carne frita.

Busco amor de poliester y algodón para abrigarme con gratuitas modas antiguas.
Porque la mejor moda paso de moda y la ropa nueva y sin historias
me da desconfianza e incomodidad.

Quiero vestirme con un museo de reliquias.
Quiero mancharme con la sangre del que fué apuñalado.
Quiero rescatar objetos perdidos.
Quiero encontrar una tienda de ropa adentro de una bolsa de consorcio.
Quiero usar la camisa que ya no va a ir al trabajo.
Quiero usar la malla que no va a tomarse más vacasiones.
Quiero leer los libros que no van a ser leídos.
Quiero esa campera que soportó el calor de los infiernos, las tempestades y los amores fallidos.
Quiero usar bombachas abandonadas y corpiños de abuela.
Quiero reírme de la vida  buscando basura.
Quiero que sea mío lo que no supieron que aún servía.
Quiero resucitar los muertos del cementerio de la chacarita y enseñarles a bailar la chacarera.
Quiero edificar un barrio entero con el cemento de los monumentos a los genocidas.

Quiero reciclar todo ese amor
que se consideró desperdicio.

Quiero reciclar todo ese amor
para reconstruirme a mi mismo.

Hasta que la muerte nos separe



Él era un chico de plástico de esos que andan por ahí. Un cobarde que sólo se remitía a acumular billetes para disimular sus falencias con la aprobación de los mediocres, que también buscaban billetes para obtener lo que con dinero no se puede comprar. Tengo un auto, mirenme. Tengo músculos, mirenme. Enamoraba a las damas prometiendo estrellas sin constelación. Gobernaba haciendo sentir mal a sus habitantes. Era un extranjero dentro de su propio cuerpo. Era la causa por la cual la soledad está sola y ultrajada. Pero algo tenía, que no era magia sino astucia. Le alquilaba el cuerpo a una mujer que no lo amaba, utilizando su piel de cobijo. Ella soñaba con irse lejos, cruzar el mar Caribe nadando perrito, aspirar hondo y hundirse en el frío oscuro de los mares para encontrar un pulpo que le enseñe a amar como aman los animales, mientras que él le mordía el clítoris para que sienta el placer de vivir sin corazón y sin motivos. Ella era la más bella flor del jardín de infantes, ella provocaba infartos al pasear sus nalgas por la avenida, ella era el fuego con que el soñaba quemarse cualquier hombre. 

Los envases de cerveza debajo de la mesada estaban vacíos por dentro, ella también. Estaba aburrida porque se había olvidado lo que era vivir. Porque como cantó Ruben Blades, era una chica plástica de esas que andan por ahí, son lindas, delgadas, de buen vestir; de mirada esquiva y falso reír. Hasta que un día se cansó de las arrugas, la mansión y el jacuzzi. Tomó a su hija del brazo y fue a recuperar aquello que estaba perdiendo. Sí, la vida fue a buscar, y la encontró ahí nomás esperándola en la sombrita de un árbol. Y vivió. y aprendió a amar. Y rió como un río antes de abrazar el mar. Conoció un muchacho joven con sonrisa de arco iris que un día la invitó a salir, pero los poderosos no tienen poder sino poseen. Un detective los estaba observando. Al despedirse un sicario como si fuera un bulldog olfateó las huellas de su moto. Al primer semáforo en rojo le abrochó la espalda con medio kilo de plomo, escapándo con cara de yo no fui. Él principe azul cayó al suelo y quedó morado. Su cuerpo se durmió todas las noches de abril, y las de mayo. Para cuando llegó junio los gusanos hartos de su carne se fueron a devorar otra cosa.
Ella quedo sola, con más miedo que gato en una perrera. Temía por su vida y por las amistades que siempre la alentaban a dejar al hombre que le servía champañe pero que no le servía para nada. Entonces abrió la boca y escupió los miedos a su mejor amiga. Y la amiga nos contó esa misma noche la historieta a nosotros adentro de la peluquería donde estábamos habitando hacía unos días. Nos contó a nosotros y al peluquero, que era quién nos recibía. La puta madre pensé yo. Estámos en Venezuela actuando de extras adentro de un novela. Y los extras son siempre los primeros en morir. Era tarde entonces nos fuimos a dormir. Vicente el peluquero, sudaba paranoia y temblaba como colchón de motel. Amaneció horas más tarde y con Marita nos escabullimos como cuises por la ruta. Abandonamos la telenovela rompiendo el contrato en mil pedazos y ninguno miró para atrás para saludar a la producción. Qué lejos que estamos de entender la vida, sino comprendemos que en cada error se esconde una lección. Y como dijeron los Minimalistas: “ama a las personas y utiliza las cosas, que lo contrario nunca funciona”.


Profecía en la montaña

¿Qué tan fuerte crees que son tus deseos? 

"Si nacen de la intención verdadera u obsesiva, nada nos detendrá hasta alcanzarlos. Sobretodo cuando te impulsa una vigorosa voluntad detrás de la mirada, y los ojos se dilatan de esperanza. En aquel instante  de ansiedad mental no habrá impedimento, ni necesidad de creer que algo nos separa de ellos".



Ya habían trascurrido dos años y medio de viaje por tierras sudamericanas, de forma lenta y constante, yendo de un sitio a otro predominantemente en carpa, orillados al borde de la vía láctea. El viaje en caballo de metal por tierras tropicales se había vuelto un hogar sin paredes, á traves de los 700 km entre Bucaramanga y Turbaco; los 500 km de costa atlántica colombiana, más el cruce del desierto de la Guajira que une a Colombia con Venezuela en una misma cultura, la Wayuu. Acampando entre pueblos, a la vera de los ríos dulces y amables, en el medio de la nada,  a un costado del abismo, permaneciendo más tiempo al aire libre que bajo techo.  Esa constante amistad con la naturaleza y con los habitantes locales enriquece mucho, aportando los minerales y las vitaminas necesarias para que el alma crezca fuerte y sana. Brindan conocimiento a nuestra inagotable ignorancia, pero con el tiempo ese cúmulo de información es necesario procesarlo y digerirlo para hecharse luego a dormir la siesta en soledad, quietud y aislamiento. Intentando de esa forma, observar los cambios acontecidos dentro de uno mismo, para definir nuevos compromisos y nuevas ideas en el diseño del precoz presente.

Estábamos en el primer semestre del año 2014, en Tabay, en las sierras venezolanas trabajando la huerta de abrupta pendiente como baranda de escalera de nuestro amigo Felipe, a cambio de techo y comida, cuando surge la idea de encontrar un sitio donde podamos estar sólos y en silencio con Marita. Luego de un mes de plantar plantas comestibles, cosechar una abundante cantidad de bananos y cuidar gallinas, en compañía de este mágico personaje y su familia, decidimos caminar por el valle de Mérida en busca de un hospedaje mensual. Todo muy lindo, pero era menester unas vacaciones de la ruta, de panza al sol sin más actividad que cocinar y comer.
Los pueblos de aquella región eran sumamente pequeños y estaban desparramados de forma caótica a la vera de las rutas, los caminos de tierra y la montaña. Como diminutas manchas grises difuminadas, pintaban los valles con sus viviendas y cultivos, entre los cordones de las sierras mas altas del país.

Cascada de Tabay

Huerta de Felipe

Indagamos durante todo un día la extensión de El arado, uno de los tantos pueblos del valle y no hallamos una sóla oferta de alquiler. Las viviendas de campo aisladas, siempre con perros protectores ladrando como políticos en plena campaña electoral, nos fueron apagando las esperanzas de encontrar un hogar aquella tarde. El día estaba soleado y observar la tranquilidad de la vida de campo daban urgentes gánas de hallar, en lo personal, aunque sea una pocilga.
Al ir descendiendo hacia la ruta para hechar dedo y regresar a Tabay para trabajar al día siguiente en la huerta, Marita sonriendo imaginó que era cuestión de tiempo y de hallar a la persona indicada. Seguramente uno de esos tantos pobladores se iría proximamente de vacaciones y nos dejaría su casa a cargo, con dinero suficiente para darle de comer a sus perros. Ambos reímos con tal situación, sin embargo ninguno de los dos la declaraba imposible habiéndonos sucedido tantas cosas increíbles en el camino que llevábamos juntos.

"La magia existe para quién la cree, 
para el resto no es más que un truco".

Algunos días más tarde, llegó el fin de semana y como seguían los días primaverales de árboles en flor, nos instalamos con nuestras artesanías en la plaza principal de Tabay. La verdad es que había menos gente que en el funeral de un venado, pero de todas formas nos quedamos allí sentados aguardando alguna venta, aprobechando el tiempo para leer y masturbarnos de risa. Antes del crepúsculo, mientras levantábamos el paño, apareció una señora con un cachorro dentro de un bolso de cuero, agitando su vozarrón a los cuatro vientos. Ella era Ángela, una artesana cincuentona, de cabello largo y oscuro como resaca dominguera, que además de un veterinario para su perro, estaba precisando una pareja de viajeros para que le cuiden su casa durante un mes, debido a que tenía que resolver unos trámites familiares en Estados Unidos. No podía ser cierto. Estábamos soñando ambos el mismo sueño o la vida era realmente un sueño.  No sabía que responderme en ese momento. Ángela precisaba viajeros y no vecinos locales, porque quería compromiso con sus cinco mamíferos. Alguien que los cuide y los alimente durmiendo en su hogar y no que vaya solamente de visita. Precisaba de una pareja y no de gente sóla, para asegurarse que no haya demasiado descontrol en su ausencia. La cuestión era breve, era artesana y viajera de larga data por lo cuál conocía a quién dejar entrar y a quién no, debido a tener años de experiencia en tales asuntos. Con Marita en esa época particular de nuestras vidas éramos casi dos monaguillos, pero con rastas, piel quemada y ropa desteñida.

Tan sólo dos días más tarde, luego de pedalear alrededor de 43 kilómetros en ascenso, llegamos a la vivienda de Ángela con todas nuestras pertenencias encima. Ella vivía, quizás a unos cuatrocientos o quinientos metros desde la base del valle por donde serpentea la ruta. Poseía dos viviendas construidas con las piedras del arroyo que circulaba a las espaldas del terreno, y desde donde se hacían las tomas de agua para uso doméstico, utilizando infinitas mangueras negras. La ventana de la cocina de la casa que íbamos a ocupar daba al valle montañoso, a veces de cumbres nevadas, sembrado de viviendas dispersas. El pedregal era el nombre del pueblo y su belleza no demoró mucho tiempo en cautivarnos.
Para garantizar el alimento de las mascotas Ángela nos dejó dinero. Sin dudas, nuestro deseo se había materializado e iríamos a ocupar esa casa finalmente durante un poco más de dos meses, bajando a la ciudad de Mérida únicamente los sábados para trabajar y comprar las provisiones para toda la semana en el mercado municipal. El arroyo iría a ser nuestra ducha, nuestra nativa lavandería y el sitio ideal para salir a pasear.

Mercado de Mérida


Nuestras vecinas




La casita vista de arriba

Los sueños ocurren a medida que uno cree en ellos y comenzamos a  movemos ciegamente en su dirección.



Gas

Lo butano,
lo propano,
y lo metano,
son gases.

Nuestros pedos son otra cosa.


Poesía nada más





Tenía todos esos versos en la punta de la lengua que no podía soltar,
cuando te bese emigraron

                                        y vos

                                                te volviste poesía.