Gramado
es quizás la réplica exacta de una aldea alemana que probablemente nunca
existió. Conservando el estilo arquitectónico germano, esta ciudad es hoy en
día un monumental parque de diversiones diagramado para el deleite del turista,
que esté dispuesto a invertir una buena moneda en pocos días. Todo tiene
precio, todo tiene entrada, ya que cada construcción fue erguida con capitales
privados. Salvo los baños públicos del lago Joaquina Rita Bier, elaborados a
partir de un Container reciclado, y los del centro de informes turísticos, que
están en condiciones tan favorables que dan ganas de tomarse una selfie
abrazado a los mingitorios o a los lavamanos automáticos. Tecnología de
vanguardia y una buena inversión en cultura sanitaria.
Gramado es la ciudad del chocolate del sur del país. El Bariloche sin nieve
de los brasileros. El lugar exacto donde se perdieron Hansel y Gretel hace más
de trescientos años en la época donde las brujas hacían estragos y por tal
motivo racional fueron incineradas en espacios públicos de a montones. Igual
que les sucedió en diferentes momentos de la historia humana a los negros, los
indios, los homosexuales, los discapacitados, los locos, los vagabundos y los
viciosos, considerados parásitos sociales por un organismo que exige
homogeneidad, trabajo y sumisión. Para el que no comprendió aún la jugada, las
feministas de hoy son las brujas de ayer, es decir mujeres combatiendo
pacíficamente por sus derechos de
igualdad, o que pregonan y se organizan luchando por una sociedad más libre,
entre otras tantas cosas que deberían cambiar.
La urbe de Gramado posee chocolaterías adornadas con grandes monigotes de
plástico coloridos dentro y fuera de ellas, que uno se deja embriagar por un
aire de cuento de hadas, y sale una vez que ingresó, “sólo a curiosear” con una
bolsa de huevos de pascua en oferta, o con algún cacao azucarado con la
ergonomía de una tortuga Ninja u otro animal fantástico.
Hay chocolaterías desparramadas por toda la ciudad, para que nadie se quede
sin experimentar la especialidad de la casa, al igual que parques temáticos de
distintas índoles. Mini mundo, parque encantado, parque gaucho y la Aldea de
Papá Noel, quizás sean los más renombrados. Acá es donde llegó el momento de
aclarar que Papa Noel “No existe” y que en verdad a quién uno se topa dando vueltas
o sentado esperando a que las crianzas ocupen inocentemente su regazo, es un
empleado disfrazado de anciano nórdico. Disculpen niños, tenían que saberlo.
Papa Noel es una estrategia comercial, al igual que el día de la madre, del
padre, del niño, del amigo y el día del abuelo postizo. Puras fanfarruchadas inventadas para
incentivar el comercio de artículos en su mayoría inútiles y de origen Chino.
Nueva conclusión: Papa Noel tiene rasgos
nórdicos, pero nació en América del
norte; bebe gaseosa cola y sus enanos fabrican a cambio de un sueldo miserable en
fábricas hacinadas y sin calefacción, juguetes de plástico que los niños
utilizaran como máximo dos semanas antes de romperlos y olvidarlos, y que sus
restos por lo menos tardarán algunos centenares de años en degradarse de este
Planeta. De todas formas, como dicen en la costa colombiana: Feliz Navidad
querido niño Dios!
Los Museos también son otra gran atracción, y hay de lo que a uno se le
ocurra: del perfume, de los Beatles, del festival de cine de la ciudad, del
automóvil, de cera, de minerales y piedras preciosas, y la lista sigue. Me
rehúso a contar todas las atracciones
culturales disponibles y elaborar una lista aburridamente extensa, porque las
ofertas son demasiadas.
Y así es Gramado, una mezcla de glamour y consumo, una casita de muñecas a
gran escala con autoparlantes municipales estratégicamente instalados entre
farol y farol, musicalizando el área comercial con jazz, agasajando al turista
con romanticismo europeo y fábulas de un imposible paraíso humanizado.
La sierra gaucha también conserva el encanto del Viejo Mundo, entre
cascadas y valles verdes de araucarias, con varios parques privados para
quienes disfrutan de un discreto contacto con la naturaleza. El único
teleférico de Río Grande do Sul, restaurantes, pasarelas e iluminación, son
parte de la infraestructura turística delicadamente organizada, para que el
impacto entre la civilización y la belleza salvaje sea más ameno.
Uno que viaja sin programación, G.p.s, ni mucha idea del próximo sitio que
va a visitar, Gramado fue una gran sorpresa, una isla con alfombra roja que
deja a la vista los diferentes gustos y obsesiones de la extraña especie
humana. Habrá quienes la critiquen para bien, y quienes lo hagan para mal.
Personalmente no me dieron ganas ni de pagar para presenciar el show de motos
Harley Davidson adentro de un club. Ya que las entradas más económicas eran del
valor de un ojo de la cara, con pestañas y cejas incluidas.
De todas formas nos mantuvimos comiendo chocolates negros y blancos en
forma de retazos rectangulares durante tres días, luego de haber abandonado la
ciudad y despedido al Dios del Chocolate hasta la próxima oportunidad.