Marginal

Y me sentí un marginal al enterarme que los vínculos sociales de aquellos, que poseían el suficiente poder adquisitivo, estaban funcionando a través de la tecnología electrónica hacía un buen tiempo, con nombres de redes virtuales que jamás había escuchado, ni siquiera indirectamente. Realmente había permanecido abstraído de los juguetes con batería de la sociedad, caminando dentro de ella con esa sensación fantasmagórica de quién no está muerto, pero tampoco vivo. Luego, conversando con ciertos usuarios, me enteró que hasta algunos estaban cazando hologramáticos Pokemónes por la vía pública.

¿Quién atrapa a quién? ¿Qué clase de comunicación es permitida a través de una pantalla?

Tanta gente presionando las yemas de los dedos contra un objeto táctil, pero insensible, que el ejercicio contagia, hasta oxidar las coyunturas del alma. 
Para cada actividad del día y de la noche, el teléfono en la mano más hábil, sustituyendo el golpe de puerta, el timbre eléctrico, la mirada a los ojos, las conversaciones fluidas y el contacto genuino, directo y próximo.
Amanece una nueva jugada de la sociedad de las apariencias, vestida con el disfraz de belleza, de éxito, de cualquiera que uno quiera usar. Una solución de entretenimiento para la carga horaria laboral y acortar las distancias. Una moderna expresión de vanidad y romanticismo de cartón pintado; de sentimientos efímeros y pensamientos pasajeros. Una solución para quienes no pretenden un verdadero compromiso, y disfrutan del amor descartable. Úselo y tírelo, que mañana compra otro.

Queremos saber que estás haciendo en éste preciso instante, 
queremos darte un like, 
queremos dopamina, 
queremos elevar tu autoestima.

La última y más moderna gran red que tejió la araña industrial del progreso, al alcance para quienes tienen o cazan el internet, con aparatos de bolsillo. Con tan sólo un requisito: si tomas una selfie, no olvides poner cara de conejito y usar una excesiva cantidad de maquillaje, que detestamos las caras pálidas y aburridas. Sonrío, luego existo.




Vendedores Ambulantes

A uno que ni el frío espanta y que disfruta de ejercer la vida al aire libre, cualquier evento social resulta propicio para trabajar. Ésta vez fué un encuentro de Jeep 4 x 4 en el Club de Aviación de San Pedro.
A tal festival de motores crujientes, monte destruido y barro saltarín, acuden personas de todos los sabores y tamaños de Argentina, Paraguay y Brasil. Entusiasmados con ver a esos monstruos grandes en una pista circular embarrada. Además del público espectante, siempre acuden a tales eventos en busca del billete, los famosos "merca chifles" o vendedores ambulantes. A donde llegan despliegan adentro de un corralito de madera, alambre y metal, un sinfín de chucherías plásticas provenientes, en su totalidad de un país muy poco involucrado con el cuidado del medio ambiente y el respeto de las  leyes laborales llamado China, para venderlos por unas insignificantes monedas al público. Desde armas plásticas ( para que los niños jueguen a matarse inocentemente los unos a los otros ) hasta anillos con calaveras derretidas incrustadas en un pedazo de ilegítimo acero quirúrgico. Incontable cantidad de porquerías descartables ofrecen en cada evento que participan para el deleite del proletariado que gusta de caer rendido a los pies de estos buscavidas de buen corazón.

No fue antes, que los conocí intimamente, sino al trabajar a un costado de sus puestos. Recuerdo haberles comprado de niño algún que otro collar en la fiesta nacional de la Cebada Cervecera, que en menos de dos semanas finalizaban sus gloriosos días encerrados para siempre en el cajón de la mesa de luz, rotos y olvidados. Pero no nos pongamos melancólicos y retornemos al tema inicial.

Uno llega, saluda, arma su pequeño puesto de artesanías, y por alguna circunstancia, llamese curiosidad o necesidad de sociabilizar, a lo largo de la jornada laboral termina cruzando palabras con dichos señores. Ellos observan detenidamente lo que uno hace y en muchos casos aclaran: "Treinta años fuí artesano chango, pero ahora me dedico a la fácil, para mantener a mi familia. No tendré un O km pero ese autito me lleva a todos lados". Afirman señalando un pedazo de chatarra oxidada de cuatro ruedas. Y es allí cuando comienzan a hilar los detalles del dinero que ganan, de aquello que tienen, de los viajes a la triple frontera para conseguir material, de lo bien que les fué en alguna fiesta, de lo mal que les fué en otra, de la cantidad de hijos que accidentalmente dejaron por ahí, etc, etc. Todo un análisis cuantitativo de la vida, trazada más por cifras que por sentimientos.
Luego hablaremos de política si sobra tiempo, hasta que suena la campana, llegan los potenciales clientes y corren como linces hambrientos detrás del puesto. Siempre con el fajo de billetes en la mano, entre los dedos ( doblados de una forma que sólo ellos saben hacerlo ) o en el bolsillo derecho, para poder amasarlos en el momento en que hay escasa clientela. Veneran a su fetiche en silencio, agazapados en su parcela de plástico, soñando con tener después de ese evento un poquito más de capital para reinvertir o gastar en azulejos para la casa.

Cómo se sacrifican por el trabajo estos hombres. Vendedores ambulantes señoras y señores. Actitud de forajidos, rostros argentinos y artículos Made in Taiwan. Un tanto encorvados, otro poco desvencijados. Sin ellos no habría niños felices en las fiestas. Es más, de la noche a la mañana, los algodones de azúcar, los pochoclos, las garrapiñadas, los cubanitos y los juguetes que imitan a las marcas más reconocidas desaparecerían de los parques y las plazas por arte de magia. Sin ellos, la industria China, coreana y la de Bangladesh caerían abruptamente en crisis, y se tendrían que dedicar a producir habas y rabanitos de estación, o lo que crezca en aquellas remotas tierras.

Imaginemos el pánico que cundiría en la población infantil con semejante hecho. Alguien, todavía no se sabe quién, inició el oficio de estos hombres, para que el novio de billetera pelada logre obsequiarle a su dama un económico presente, que ella apreciará sin importarle la defectuosa calidad del producto ni la procedencia del mismo. Porque lo que vale es el gesto, el amor.
Corren tiempos difíciles en Argentina, y sin estos señores, muchas parejas se separarían, muchos niños y jóvenes llorarían desconsolados y muchos otros quedarían sin empleo.

Ahora que ya lo sabes, por el bien de la Nación, no olvides, en el próximo fin de semana de tu ciudad o en el próximo evento de tu pueblo, invertir, aunque sea una pequeña suma de tu sueldo en las artesanías que están a un costado del puesto de mercachifles.

Feria del libro autogestiva e independiente en LA Plata

Corrupciones



Encontró un joven en la calle una billetera, guardó el dinero y arrojo el resto a un cesto de basura aún sabiendo quién era el dueño al ojear el documento de identidad.

Un anciano muy educado y respetuoso le vendió dos cajas de cigarrillos a una pareja, aún sabiendo que el producto enferma y produce cáncer.

En una partida de Poker y apuestas, el señor González jugó más de lo que le pertenecía, aún sabiendo que ese dinero era el sueldo de sus empleados.

En la frontera Gendarmería fiscalizaba y extraía mínimas cantidades de marihuana a los transeúntes, registrando un acta de micro tráfico de por medio, para luego fumar la hierba incautada a escondidas.

El honorable juez del gobierno sentenció cadena perpetua a un individuo de bajos recursos para hacerle un favor a un amigo, aún sabiendo que el acusado era inocente.

Le extrajo innecesariamente una muela el dentista a un paciente para cenar con ese dinero en un restaurant con su mujer.


Caminaba desnuda por la noche la injusticia
 seduciendo tanto a hombres como a mujeres, 
brindando un curso gratuito de corrupciones 
mínimas y silenciosas, 
a la gente mediocre sin poder.


El Síndrome del Superhéroe

6 kilómetros desde el Parque de los Patricios hasta la Plaza Houssay. 
En bicicleta el asfalto quema a temperatura de horno industrial. 
Innumerable cantidad de hombres caminan con el mismo corte de pelo.
Será un virus que infectó a los habitantes?
Será el famoso Síndrome del Superhéroe 
que no lo permite a la gente demostrar su verdadera identidad?


Mural en Quito - Ecuador

Desayunando una ilusión

    Bien temprano Aramis apronta el matecito. Enchufa la pava eléctrica mientras ahorra tiempo para lavar las pesadillas de su cara. Los tres perros nuevamente cagaron el piso de parqué y los orines envician el comedor con un aire nauseabundo, que por más que uno quiera evitar, nebuliza inalámbricamente con ambos pulmones.
    Como la pava es adulta, avisa solita que el agua esta pronta para humedecer la yerba. Luego de envolver los soretes caninos con servilleta de papel a modo canapé, Ara prepara sus primeros mates.
Le canta al Globo, su pasión quemera, unos ritmos tribuneros para comenzar la mañana y así se termina de despavilar un barrio entero. A buscar empleo, a no perder las monedas ni la esperanza. Para eso se levanta, mientras ceba unos mates bien amargos de frente a una pantalla. Arroja curriculums por internet como si fueran papel picado. La yerba del supermercado chino llegó hasta sus manos. Y que va a saber Ara que al tarefero que cosechó esa yerba en algún monte de Misiones, le pagan $200 por trabajar de sol a sol, y ese mismo hombre es trasportado cada día en un camión jaula junto a sus compañeros, donde luego regresarán recostados sobre bultos de hojas verdes, sudados y con las palmas curtidas de trabajar sin guantes.

Qué sabrá Aramis de Misiones?
Qué sabrá Parque  Patricios del monte? 
Qué sabrán en Misiones de la vida en la capital?

Los productos deambulan libremente por las rutas del comercio, mientras los noticieros sólo hablan de la inseguridad, criminalizando preferencialmente a la pobreza.

De dónde vienen los productos que consumimos y cuanto le pagan al pueblo que los produce?
De eso no se habla, los medios de comunicación eligen el misterio.

Se acaba el agua del termo, llegó la hora de pasear a los perros 
por la alfombra de boldosas del barrio porteño.

Más tarde tendra que olfatear una bolsa cortada a cuchillo
y ducharse adentro de un tonel de vino 
para mantener toda la noche 
el espíritu despierto.

Tendrá que prepararse 
para gritar canciones de cuna en la cancha 
y putear al bebé que nació en la panza ajena.

Esta noche juega Huracán, 
y tanto en el monte como en la capital
lo último que se pierde,
aunque haya poco y nada,
 es el ánimo de triunfar.

San Pedro - Misiones


Renacimiento

¿Viste como se desintegra el cemento cuando llueve?
Cae la estructura de los muros como un pesado ancla sobre el asfalto de la vía pública.
Es evidente, la civilización por enésima vez esta cayendo, y nacen ríos blancos, como esclerótica ocular de pintura sintética lavada por las precipitaciones.
Ya no hay tiempo de ver el sol, han descendido las cortinas del ocaso.

La alegría es nuestra exclaman la fauna y la flora.
Le llegó el invierno a la plaga humana.
El vagón se detiene en su última estación.
Hemos sido sordos al chillido de la alarma durante demasiado tiempo.
Hemos ignorado la posibilidad de tomar un sorbo de conciencia.
Es hora de pagar las cuentas.
Ya no habrá más sábados en nuestra semana.

Nos diluimos lentamente como sangre en el mar, en el silencio de un crepúsculo nublado.
La piel y los huesos regresan a fundirse con la tierra.
La energía que nos mantenía vivos se dispersa entre los infinitos senderos del cosmos.

Contemplo centenas de ráfagas luminosas en el cielo,
¿Serán meteoritos ESPECIALES o serán naves ESPACIALES?

Ya no siento ningún sabor en el paladar. Ningún aroma dilata mi olfato.
Ya no siento vértigo en la decisión que debo tomar.
Recuerdo saberlo, es preciso soltar la materia.
Ya no seré yo, y eso no me despierta ningún miedo.
Ya no seré yo, para renacer primero tengo que estar muerto.

Sólo quién se autodestruye es capáz de reparar el daño.
Es momento de sanar las heridas que les cause a los otros.


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Sembrando dinero

Vida formoseña

Nuestros cuerpos sudaban intensamente para darle movimiento a las cadena de las bicicletas. La yunga o selva de montaña de Jujuy, lentamente iba quedando atrás de las espaldas. Esta provincia argentina limita con Bolivia y con Salta. Su parte oriental, la más húmeda, está siendo atrozmente desmontada para cultivar hortalizas y caña de azúcar, habiendo desaparecido bajo las máquinas humanas, un 90% de la selva pedemontana. 

Los pueblos sugieren ser los ranchos asfaltados de las pocas empresas que son dueñas de la mayor parte de las tierras cultivadas. Basta con enterarse que los ingenios azucareros vienen funcionando desde 1830 en esta región, y fué la mano de obra indígena, sobre todo de matacos y tobas, el combustible de sus motores industriales. La implementación de nuevas y modernas maquinarias, sumado al abandono político, le dan un aspecto de desamparo total al noroeste argentino.
Y nosotros estábamos allí, escapando del ataque insidioso de los jejenes, conociendo esas realidades puertas para adentro. Quedaban atrás Chalicán, Fraile Pintado, Libertador General San Martín y Calilegua. Los cortes de ruta masivos de la ruta nacional 34, no llegaban a las noticias federales, como de costumbre. El pueblo sólo exigían mejoras de sus condiciones laborales, a cambio de un salario siempre miserable.

Y un día de aquellos, en que el sol quemaba como tentáculo de agua viva, mientras pedaleamos gradualmente al medio día,  hallé un billete de cien pesos a un costado de la ruta. No era algo tan inusual encontrar cosas útiles y dinero en el camino. Nuestra velocidad de tortuga nos brindaba esa posibilidad, que queda anulada para los apresurados vehículos a motor.
En seguida, frené la bicicleta y le grité a Mari que se detuviera, porque justo cuando voy a recoger el billete, veo que hay otro. Cuando recojo el segundo billete, con la cara reluciente de Evita Perón, observo maravillado que no sólo había dos billetes, sino varios. Estaban desparramados sobre la gramilla, a un costado de la ruta, como si fueran flores. Mientras le daba la noticia a Mari, que se encontraba cincuenta metros más al frente, notó que donde estaba parada también había dinero. El tránsito no estaba muy fluido a esas horas, de todas formas, ambos con una sonrisa estallada, fuimos agarrando los billetes disimuladamente, para no llamar la atención. 

Días atrás había dejado olvidada la cámara de fotos en el baño del aeropuerto de Salta capital. Ese día había llegado Elena, la madre de Mari, en avión desde Buenos Aires para visitarnos una semana. Me percaté del incidente 24 horas más tarde, regresé al aeropuerto pero al parecer quién la encontró decidió no devolverla. Justamente en el momento en que apareció el dinero regado en la banquina de la ruta jujeña, venía pensando en que sería bueno comprarme una nueva cámara fotográfica en la frontera con Paraguay. Sincronicidad al instantante. 

Continuamos juntado los billetes perdidos, hasta que no hallamos más. Entonces avanzamos unos metros, con una extraña sensación en la boca del estómago. Una aleación de alegría y sorpresa nos invadía el cuerpo. Reíamos al cruzar las miradas. Algo increíble nuevamente nos estaba sucediendo, algo totalmente inesperado. Con una ansiedad incontrolable, contamos los billetes. Eran treinta y cinco, es decir, éramos  tres mil quinientos pesos más ricos, que quince minutos atrás. Era un buen dinero y por lo visto nos había caído del cielo. Pero al momento de continuar viaje, notamos que sólo nos habíamos reparado en un sólo costado de la ruta, el derecho, por donde veníamos. Ninguno de los dos había cruzado en frente para inspeccionar. Volvimos a reír, no nos podía estar sucediendo tamaña fortuna. Dejamos las bicicletas acostadas sobre el pasto y regresamos. Esta vez sobre el margen opuesto.

Papeles, folios con hojas, sobres de plástico, envoltorios de cd´s, basura y más basura. Hasta que Mari, al estar ambos ya dispersos sobre el camino, me dió un grito para que vea lo que había encontrado. Me acerque emocionado y ella descubre en su mano izquierda una billetera, con sólo dos pertenencias: una tarjeta de crédito y una identificación. Carlos Morer, domicilio en Caimancito, justo el próximo pueblo. Nos observamos el uno al otro en completo silencio. Cambiando la sonrisa a una cara de reflexión.  El dinero tenía dueño, y ahora sabíamos de quién era, y donde vivía. Por querer más plata, ahora nos quedabamos sin nada, sin embargo teníamos la posibilidad de darle una alegría a alguien, hasta el momento, desconocido para nosotros. El viento cambiaba de rumbo. O nos daba esa opción.

Pedaleamos los pocos kilómetros que faltaban para llegar a la entrada del pueblo. Cuatro kilómetros más adentro se hallaban las primeras casas, en su mayoría, con un taller de carpintería y muebles de madera afuera de las viviendas. Casas viejas e igual de humildes que la de los pueblos de la región.
Golpeamos la puerta donde el documento indicaba que era la dirección. Un hombre medio dormido, de unas cinco décadas nos atendió. Era el mismo de la foto. Le contamos que habíamos hallado algunas de sus pertenencias. Con la noticia, se despertó de repente. El rostro de Carlos estaba iluminado de la emoción. Nos hizo ingresar a la cochera, que funcionaba en verdad de comercio de comestibles y carniceria. Le entregamos la identificación y el dinero. Pero al contabilizarlo notó desesperanzado que faltaba más plata, y que aún su maletín de cuero estaba extraviado.
Nosotros no lo habíamos encontrado, pero le propusimos acompañarlo a la zona del hallazgo para verificar mejor. Apresuradamente nos preparó un almuerzo, con la felicidad de quién recibe una prolongada y esperada visita. Comimos a la velocidad en que un náufrago devoraría después de vivir años de penurias, y en un vehículo hecho añicos emprendimos la gran búsqueda junto a una de sus hijas.

Al abordar al sitio de pesquisa, Carlos nos relató la despistada situación que aconteció el día que perdió el dinero. Resulta que una semana atrás su esposa le había adjudicado la responsabilidad de cancelar la deuda a los proveedores del comercio familiar, en la ciudad de Libertador. Al aproximarse a la ruta le dieron deseos de orinar, entonces detuvo el auto a un costado del camino. Como acto involuntario descendió del mismo con el maletín en la mano, donde tenía los once mil pesos que llevaba encima. Orinó y para alzar los pantalones se vio obligado a utilizar ambas manos, por  cual dejó el maletín sobre el techo del vehículo. Finalizó la "operación orina"omitiendo la existencia del maletín, que de por cierto estaba abierto. Entonces una vez que encendió el motor y llegó a la ciudad de Libertador se percató del incidente. Por supuesto, ya demasiado tarde. Eran 25 kilómetro tarde. Jamás localizó sus pertenencias.

Esta vez Carlos traía mejor suerte. Nosotros sabíamos con exactitud donde habían comenzado a volar por el aire sus bienes. Por lo tanto, rastrillamos con precisión de cirujano la zona, hallando en un perímetro más amplio los papeles del auto, el registro de vacunación de su hijo, más dinero, y otros tantos enseres. Indagando finalmente entre los matorrales, luego de más de dos horas de búsqueda, apareció sano y salvo, el señor maletín. Allí dentro se encontraba el resto del dinero que no alcanzó a abrir sus alas para volar hacia la libertad. Carlos volvía a vivir.

Aquella noche nos duchamos y cenamos en familia. El ambiente en aquella casa era dichoso, afable, tranquilo. Estaban contentos y se mostraban agradecidos. La decisión de devolver el dinero, traía una recompensa inmaterial, tanto para ellos como para nosotros. Tres días más tarde, pese a las insistencias, decidimos continuar nuestro recorrido. Nos íbamos como llegamos, contentos de poder haber hecho algo bueno por alguien, sintiendo que algo mejor siempre iba a a estar por venir.


Constitución

Encuentro "Qué genero?" debatiendo problemáticas y compartiendo vivencias

Una mujer con cara de sorrentino fuma pasta 
y le alquila su cuerpo de raviol 
a hombres de moño 
con billeteras de mostachol. 

La mujer baila salsa blanca 
y los hombres demonios 
no tienen tuco en su corazón.

La humildad de la Tierra

La majestuosa presencia del claro cielo infinito nos acomoda entre las butacas de la modestia, 
para que descansemos en la humildad de la tierra.
En el agua no somos peces.
En el cielo no somos aves.
En la tierra tampoco animales.
Somos simples humanos, 
pertenecientes a sólo una, 
de la incalculable cantidad de especies 
que habitan este Planeta.
Eso nos hace biológicamente únicos, 
pero no superiores.

Uruguay - Barra de Valizas

A donde nos lleva el Silencio?

De qué esta hecho el silencio?
Es un evento vácuo o nos reconforta de plenitud una vez que lo alcanzamos?
Hacia donde nos lleva cuando nos abandonamos al frenesí de su designio? 
Al tedio?
Al dolor?
A la claridad conciente?
Al encuentro con los elementos que reprimimos en lo cotidiano 
y que escondemos debajo de la alfombra mental?

A donde nos lleva el silencio?
Y si nos lleva,
 que parte del ser es la que conseguirá regresar?


Baños salvajes 3

Me pego un baño
y cuando me duela todo el cuerpo de los golpes
voy para allá
bebiendo tres litros de Shampoo para la caspa.

Serías capás de brindar conmigo?
Serías capáz de darme una caricia?
Serías capáz de lavarme la estupidez?


Barichara - Colombia

Desaprender

Texto del proyecto Enraizando nativas


Bombinhas - Brasil




Desaprender 


que los yuyos hay que arrancarlos,
que las flores son lo único lindo de las plantas,
que las espinas son peligrosísimas,
que las hojas caídas ensucian,
que el pasto corto es mejor,
que hay que podar los árboles para que crezcan fuertes,
que si llueve hay mal tiempo,
que las hojas comidas por insectos afean la planta,
que las orugas que comen las hojas van a matar a la planta,
que todas las orugas con pelos son urticantes y hay que matarlas,
que hay que matar a cualquier bicho que aparece,
que los insecticidas son venenos que sólo afectan a los bichos,
que las arañas son feas y malas,
que desaprender es otra forma de aprender.







Te necesito despierto




Te necesito despierta, 

para que no agaches la cabeza 
y obedezcas un orden nefasto 
que beneficia a unos pocos habitantes;


Te necesito despierto

 para que no mires con recelo el calendario
 pensando que las agujas del reloj te pinchan los ojos
 y las horas no te alcanzan para hacer lo que más te gusta;

Te necesito despierta
para que hoy bailemos embriagados
de locura líquida y trasparente e ideas retorcidas 
en un ritual pagano de poesía y letras, 
multiplicando la fuerza de la resaca.


Te necesito despierto

con la mente inquieta y el corazón abierto
dispuesto a vivir nuevas experiencias
que nutran y expandan los parámetros de tu sagrado espíritu, 
y se desprenda del rostro de cada lunes, cada madrugada y cada día, 
la más bella sonrisa, 
alegre de estar experimentando de a instantes la vida.


Te necesito despierta

para que dudes y reflexiones acerca de tus propias tradiciones, 
porque quizás sólo sean el producto del capricho 
de quién busca aplastar tu cabeza.


Te necesito despierto y activo

para que gritemos en la calle nuestras demandas
 y exorcicemos la rabia en una marcha de reclamo
 por la dignidad, el respeto y la justicia.

Te necesito despierta
 para que esta noche nuestros pitos y nuestras conchas se besen y se abracen
 en un orgasmo de placer eterno y evitemos el efímero y superfluo encuentro
 que nos arrastra al ocaso del olvido.

Te necesito despierto
con tus manos colmadas de esperanza
para que sembremos un futuro mejor en la Tierra Santa
 que nos brinda cobijo 
adonde nuestra alma vaya.

Te necesito despierta
cada día y a cada hora
 porque me es imprescindible tu brillante sonrisa compañera
 en la oscuridad de la arbitraria ignorancia.

Te necesito despierto
para inundarme de tu belleza
 en medio de las miradas esquivas e indiferentes.

Te necesito despierta
para que juntos silenciemos el sonido opaco de las botas negras, 
perfumemos el hediondo olor a pólvora cobarde 
y rompamos en mil pedazos la posibilidad
de que haya más muertos y desaparecidos
durante las supuestas democracias.

Te necesito despierto
para que comprendas que la condición natural de las aves
es la libertad del cielo y no el cautiverio fúnebre
de las jaulas domesticas
de terraza, patio y balcón.

Te necesito despierta 
para que recuerdes que al productor familiar y al cosechero
de las verduras que exponen en los comercios
los explotan unas pocas empresas
que se llevan las grandes ganancias
sin hacer demasiado esfuerzo.

Te necesito despierta
y erguida delante de tus ideales humanos
harta de soportar las justificaciones estúpidas
que le dan vida a la guerra, a la pobreza y a la desigualdad de género.

Te necesito despierto 
en la vulnerable situación de quién se enfrenta al miedo
 procurando en consecuencia algo mejor.

Te necesito, sabés bien que te necesito
porque sin el otro no somos nada.




Vacas

Paseo por los campos y veo vacas.
Las vacas me miran fijamente a los ojos.
Una, tres, todo el rebaño.
Las vacas siempre me miran a los ojos.
Será una mirada de auxilio?
Será que saben que las vamos a comer?



Busco amor en los tachos de basura



Soy de los que buscan amor en los tachos de basura.
Busco amor comestible,
como un pote de miel de campo o la canasta de pochoclos
con los cuales alguien se empalagó en el cine.
Busco amor de cartón para forrar mis poemas
y venderlos en las ferias y en la calle.

Busco amor líquido de uvas
 y no me importa si el vino esta picado o caliente.
Tengo el coraje de aceptarlo tál como es.

Soy de los que buscan amor en los tachos de basura.
Soy de los que buscan abrazos en los tachos de basura.
Soy de los que buscan caricias en los tachos de basura.
Soy de los que buscan tiempo en los tachos de basura.

Soy un arqueólogo de la porquería,
pero yo no me conformo con los restos óseos de un dinosaurio prehistórico,
prefiero un hueso de pollo con su carne frita.

Busco amor de poliester y algodón para abrigarme con gratuitas modas antiguas.
Porque la mejor moda paso de moda y la ropa nueva y sin historias
me da desconfianza e incomodidad.

Quiero vestirme con un museo de reliquias.
Quiero mancharme con la sangre del que fué apuñalado.
Quiero rescatar objetos perdidos.
Quiero encontrar una tienda de ropa adentro de una bolsa de consorcio.
Quiero usar la camisa que ya no va a ir al trabajo.
Quiero usar la malla que no va a tomarse más vacasiones.
Quiero leer los libros que no van a ser leídos.
Quiero esa campera que soportó el calor de los infiernos, las tempestades y los amores fallidos.
Quiero usar bombachas abandonadas y corpiños de abuela.
Quiero reírme de la vida  buscando basura.
Quiero que sea mío lo que no supieron que aún servía.
Quiero resucitar los muertos del cementerio de la chacarita y enseñarles a bailar la chacarera.
Quiero edificar un barrio entero con el cemento de los monumentos a los genocidas.

Quiero reciclar todo ese amor
que se consideró desperdicio.

Quiero reciclar todo ese amor
para reconstruirme a mi mismo.

Hasta que la muerte nos separe



Él era un chico de plástico de esos que andan por ahí. Un cobarde que sólo se remitía a acumular billetes para disimular sus falencias con la aprobación de los mediocres, que también buscaban billetes para obtener lo que con dinero no se puede comprar. Tengo un auto, mirenme. Tengo músculos, mirenme. Enamoraba a las damas prometiendo estrellas sin constelación. Gobernaba haciendo sentir mal a sus habitantes. Era un extranjero dentro de su propio cuerpo. Era la causa por la cual la soledad está sola y ultrajada. Pero algo tenía, que no era magia sino astucia. Le alquilaba el cuerpo a una mujer que no lo amaba, utilizando su piel de cobijo. Ella soñaba con irse lejos, cruzar el mar Caribe nadando perrito, aspirar hondo y hundirse en el frío oscuro de los mares para encontrar un pulpo que le enseñe a amar como aman los animales, mientras que él le mordía el clítoris para que sienta el placer de vivir sin corazón y sin motivos. Ella era la más bella flor del jardín de infantes, ella provocaba infartos al pasear sus nalgas por la avenida, ella era el fuego con que el soñaba quemarse cualquier hombre. 

Los envases de cerveza debajo de la mesada estaban vacíos por dentro, ella también. Estaba aburrida porque se había olvidado lo que era vivir. Porque como cantó Ruben Blades, era una chica plástica de esas que andan por ahí, son lindas, delgadas, de buen vestir; de mirada esquiva y falso reír. Hasta que un día se cansó de las arrugas, la mansión y el jacuzzi. Tomó a su hija del brazo y fue a recuperar aquello que estaba perdiendo. Sí, la vida fue a buscar, y la encontró ahí nomás esperándola en la sombrita de un árbol. Y vivió. y aprendió a amar. Y rió como un río antes de abrazar el mar. Conoció un muchacho joven con sonrisa de arco iris que un día la invitó a salir, pero los poderosos no tienen poder sino poseen. Un detective los estaba observando. Al despedirse un sicario como si fuera un bulldog olfateó las huellas de su moto. Al primer semáforo en rojo le abrochó la espalda con medio kilo de plomo, escapándo con cara de yo no fui. Él principe azul cayó al suelo y quedó morado. Su cuerpo se durmió todas las noches de abril, y las de mayo. Para cuando llegó junio los gusanos hartos de su carne se fueron a devorar otra cosa.
Ella quedo sola, con más miedo que gato en una perrera. Temía por su vida y por las amistades que siempre la alentaban a dejar al hombre que le servía champañe pero que no le servía para nada. Entonces abrió la boca y escupió los miedos a su mejor amiga. Y la amiga nos contó esa misma noche la historieta a nosotros adentro de la peluquería donde estábamos habitando hacía unos días. Nos contó a nosotros y al peluquero, que era quién nos recibía. La puta madre pensé yo. Estámos en Venezuela actuando de extras adentro de un novela. Y los extras son siempre los primeros en morir. Era tarde entonces nos fuimos a dormir. Vicente el peluquero, sudaba paranoia y temblaba como colchón de motel. Amaneció horas más tarde y con Marita nos escabullimos como cuises por la ruta. Abandonamos la telenovela rompiendo el contrato en mil pedazos y ninguno miró para atrás para saludar a la producción. Qué lejos que estamos de entender la vida, sino comprendemos que en cada error se esconde una lección. Y como dijeron los Minimalistas: “ama a las personas y utiliza las cosas, que lo contrario nunca funciona”.


Profecía en la montaña

¿Qué tan fuerte crees que son tus deseos? 

"Si nacen de la intención verdadera u obsesiva, nada nos detendrá hasta alcanzarlos. Sobretodo cuando te impulsa una vigorosa voluntad detrás de la mirada, y los ojos se dilatan de esperanza. En aquel instante  de ansiedad mental no habrá impedimento, ni necesidad de creer que algo nos separa de ellos".



Ya habían trascurrido dos años y medio de viaje por tierras sudamericanas, de forma lenta y constante, yendo de un sitio a otro predominantemente en carpa, orillados al borde de la vía láctea. El viaje en caballo de metal por tierras tropicales se había vuelto un hogar sin paredes, á traves de los 700 km entre Bucaramanga y Turbaco; los 500 km de costa atlántica colombiana, más el cruce del desierto de la Guajira que une a Colombia con Venezuela en una misma cultura, la Wayuu. Acampando entre pueblos, a la vera de los ríos dulces y amables, en el medio de la nada,  a un costado del abismo, permaneciendo más tiempo al aire libre que bajo techo.  Esa constante amistad con la naturaleza y con los habitantes locales enriquece mucho, aportando los minerales y las vitaminas necesarias para que el alma crezca fuerte y sana. Brindan conocimiento a nuestra inagotable ignorancia, pero con el tiempo ese cúmulo de información es necesario procesarlo y digerirlo para hecharse luego a dormir la siesta en soledad, quietud y aislamiento. Intentando de esa forma, observar los cambios acontecidos dentro de uno mismo, para definir nuevos compromisos y nuevas ideas en el diseño del precoz presente.

Estábamos en el primer semestre del año 2014, en Tabay, en las sierras venezolanas trabajando la huerta de abrupta pendiente como baranda de escalera de nuestro amigo Felipe, a cambio de techo y comida, cuando surge la idea de encontrar un sitio donde podamos estar sólos y en silencio con Marita. Luego de un mes de plantar plantas comestibles, cosechar una abundante cantidad de bananos y cuidar gallinas, en compañía de este mágico personaje y su familia, decidimos caminar por el valle de Mérida en busca de un hospedaje mensual. Todo muy lindo, pero era menester unas vacaciones de la ruta, de panza al sol sin más actividad que cocinar y comer.
Los pueblos de aquella región eran sumamente pequeños y estaban desparramados de forma caótica a la vera de las rutas, los caminos de tierra y la montaña. Como diminutas manchas grises difuminadas, pintaban los valles con sus viviendas y cultivos, entre los cordones de las sierras mas altas del país.

Cascada de Tabay

Huerta de Felipe

Indagamos durante todo un día la extensión de El arado, uno de los tantos pueblos del valle y no hallamos una sóla oferta de alquiler. Las viviendas de campo aisladas, siempre con perros protectores ladrando como políticos en plena campaña electoral, nos fueron apagando las esperanzas de encontrar un hogar aquella tarde. El día estaba soleado y observar la tranquilidad de la vida de campo daban urgentes gánas de hallar, en lo personal, aunque sea una pocilga.
Al ir descendiendo hacia la ruta para hechar dedo y regresar a Tabay para trabajar al día siguiente en la huerta, Marita sonriendo imaginó que era cuestión de tiempo y de hallar a la persona indicada. Seguramente uno de esos tantos pobladores se iría proximamente de vacaciones y nos dejaría su casa a cargo, con dinero suficiente para darle de comer a sus perros. Ambos reímos con tal situación, sin embargo ninguno de los dos la declaraba imposible habiéndonos sucedido tantas cosas increíbles en el camino que llevábamos juntos.

"La magia existe para quién la cree, 
para el resto no es más que un truco".

Algunos días más tarde, llegó el fin de semana y como seguían los días primaverales de árboles en flor, nos instalamos con nuestras artesanías en la plaza principal de Tabay. La verdad es que había menos gente que en el funeral de un venado, pero de todas formas nos quedamos allí sentados aguardando alguna venta, aprobechando el tiempo para leer y masturbarnos de risa. Antes del crepúsculo, mientras levantábamos el paño, apareció una señora con un cachorro dentro de un bolso de cuero, agitando su vozarrón a los cuatro vientos. Ella era Ángela, una artesana cincuentona, de cabello largo y oscuro como resaca dominguera, que además de un veterinario para su perro, estaba precisando una pareja de viajeros para que le cuiden su casa durante un mes, debido a que tenía que resolver unos trámites familiares en Estados Unidos. No podía ser cierto. Estábamos soñando ambos el mismo sueño o la vida era realmente un sueño.  No sabía que responderme en ese momento. Ángela precisaba viajeros y no vecinos locales, porque quería compromiso con sus cinco mamíferos. Alguien que los cuide y los alimente durmiendo en su hogar y no que vaya solamente de visita. Precisaba de una pareja y no de gente sóla, para asegurarse que no haya demasiado descontrol en su ausencia. La cuestión era breve, era artesana y viajera de larga data por lo cuál conocía a quién dejar entrar y a quién no, debido a tener años de experiencia en tales asuntos. Con Marita en esa época particular de nuestras vidas éramos casi dos monaguillos, pero con rastas, piel quemada y ropa desteñida.

Tan sólo dos días más tarde, luego de pedalear alrededor de 43 kilómetros en ascenso, llegamos a la vivienda de Ángela con todas nuestras pertenencias encima. Ella vivía, quizás a unos cuatrocientos o quinientos metros desde la base del valle por donde serpentea la ruta. Poseía dos viviendas construidas con las piedras del arroyo que circulaba a las espaldas del terreno, y desde donde se hacían las tomas de agua para uso doméstico, utilizando infinitas mangueras negras. La ventana de la cocina de la casa que íbamos a ocupar daba al valle montañoso, a veces de cumbres nevadas, sembrado de viviendas dispersas. El pedregal era el nombre del pueblo y su belleza no demoró mucho tiempo en cautivarnos.
Para garantizar el alimento de las mascotas Ángela nos dejó dinero. Sin dudas, nuestro deseo se había materializado e iríamos a ocupar esa casa finalmente durante un poco más de dos meses, bajando a la ciudad de Mérida únicamente los sábados para trabajar y comprar las provisiones para toda la semana en el mercado municipal. El arroyo iría a ser nuestra ducha, nuestra nativa lavandería y el sitio ideal para salir a pasear.

Mercado de Mérida


Nuestras vecinas




La casita vista de arriba

Los sueños ocurren a medida que uno cree en ellos y comenzamos a  movemos ciegamente en su dirección.



Gas

Lo butano,
lo propano,
y lo metano,
son gases.

Nuestros pedos son otra cosa.


Poesía nada más





Tenía todos esos versos en la punta de la lengua que no podía soltar,
cuando te bese emigraron

                                        y vos

                                                te volviste poesía.

Salir del agujero

Nos vimos rotos,
 disueltos,
y pulverizados
 bajo el martillazo de la conformidad.
Teníamos esos granos despeinados
y medio millón de puteadas 
para pintar y gritarle al viento 
de la Gran Institución.

Mamá y papá hablaban en otro idioma,
mientras la música daba a luz 
la danza marginal
y las melodías que suenan en la caída
del muro conservador.

Teníamos que salir del agujero
quemar el código de barras de la nuca,
ser infinitos
y dulces como el pólen.

Teníamos que fertilizar la tierra con nuevas ideas
y embarazar a todos los animales en peligro de extinción.

Teníamos que madurar la palta en menos de una semana
y abandonar para siempre las escaleras mecánicas,
las tarjetas de crédito,
y el motor.

Estábamos en el abismo,
a punto de tomar el sedante que cura la transgresión,
nos estábamos durmiendo en la cama de la inercia,
presionando el piloto automático,
pero algo nos desperto,
un sórdido alarido,
el grito salvaje de la intuición.

No seas cobarde mi hijx,
debes conocer el dolor antes que el alivio,
debes conocer el hambre para buscar alimento,
debes conocer tu ignorancia para saber que no sabes nada.

Sentate en el trono de madera que
hoy es tu día, 
hoy le dimos otra vuelta al sol,
hoy sonreímos como ninfas en el bosque,
hoy podemos beber vino tinto en barril de fibrofácil, 
hoy nos masturbamos de risa,
hoy el miedo transmuta en coraje,
hoy la noche se vuelve día,
hoy el respeto es nuestra moneda corriente,
hoy renunciaste a usar corpiño,
hoy no te depilas más,
hoy las arvejas están de oferta en el chino,
hoy el hombre deja de mirar culos para observarse a sí mismo,
hoy el agua vale más que el oro,
hoy te encontraste un frasco de flores en la calle,
hoy se respiran buenos aires en la capital,
hoy te amo por tener la valentía de ser lo que sos,
hoy están de paro los corruptos,
hoy hablo y me chupa un huevo bien frito no tener la razón,
hoy la sangre está que arde,
hoy el amor está de oferta y es gratis,
hoy goleamos 4 a 1 a la muerte,
hoy desnudo y maquillo con poesía mi corazón.


Aprobecha el día mi hij@,
que mañana quizás no.

Se me estaba haciendo de noche

Voces en mí

Quería escuchar esa voz que me susurra las melodías del viento y me desmaya en la calma; 
esa voz que me invita a tomar helados de crema del cielo y dulce de arco iris; 
esa voz ronca con textura de noche rota y sonrisa de medio día por venir; 
esa voz que me acompaña cuando estoy sólo entre muchos; 
esa voz que me toca el culo y me dice que soy la princesa de un planeta sin tierra...

Sólo ella me vuela la peluca, 
me despeina el bigote 
e incinera la razón del pensamiento inoportuno. 

Esa voz aplaude a los que aplauden sin chocar las manos 
y a los que bailan sin escuchar música. 
Esa voz ríe y llora caminando por las calles que no la llevan a ningún lado, 
porque flota libremente en el aire que emiten todas las almas sensibles.

Ella es un perfume que cuando quiere se vuelve canción.


Av. Corrientes desde el 10mo psio del teatro San Martín

Despierto



Me desperté babeado como un caracol,
viendo la silueta de tu sombra escurridiza en la pared.
Pero vos no estabas durmiendo a mi lado,
vos no estabas.

Soñe que había jalado dentro de una bolsa de supermercado 
todo el pegante de una ferretería 
desesperado por llegar a las nubes de Saturno 
cabalgando sobre el fulgor de un refucilo. 

Soñé que Saturno no era gris
 y que estaba habitado por seres idénticos al humano.
Había arroyos limpios, flores, árboles deslumbrantes, comarcas de madera y barro.
Todo tenía color.

Soñe verte entre una multitud caminado con una sonrisa en el bolsillo.
Se desprendía un halo de luz de tu espalda. 
Todo era en tonos de azul.

Soñe  que había jalado dentro de una bolsa de supermercado 
todo el pegante de una ferretería, 
y que mi mente conseguía ver más claro.

Soñe el reencuentro, el abrazo, el amor.
Soñe con darme cuenta que había muerto muchas veces, 
soñe con volver a nacer.

Soñe caminar a tu lado llendo lejos,
cruzando el horizonte de la felicidad de la mano. 
Soñe estar despierto entre tus brazos, 
soñe quererte, soñe que me querías,
Soñe despierto,
y ya no me quiero dormir.

Ingreso al UKU PACHA

Ambo

Desde tiempos muy remotos, una vez que el humano se irguió en dos piernas y camino extensos territorios, han habido interpretaciones diversas acerca del mundo, del cosmos y la vida misma. Muchas de ellas han surgido de boca de aquellos que supieron captar la esencia de las cosas más allá de la materia. En la cosmovisión andina por ejemplo, se considera que la naturaleza y el humano son parte de un todo, y que entre ambos hay relaciones de interdependencia, por lo cuál las especies del mundo vegetal, mineral y animal, al tener vida y por lo tanto un alma, precisan y deben coexistir en armonía. Cada porción del mundo es sagrado, así como cada uno de sus habitantes. Ésta concepción era la ideología con la cuál labraron sus costumbres y sus formas de organización social, muy diferentes a las que trajeron los europeos del Viejo Continente, donde el "otro" era visto como algo ajeno y muchas veces sin valor,  digno de ser aprobechado a la fuerza.

En los andes cada Etnia (Ayllu) afirmaba provenir de un ancestro común de origen divino, el cual había surgido de la tierra por mandato celestial o supremo. Esos antepasados habrían salido de un sitio especial, al cuál todos reconocían como Pacarina. Esta especie de portal que conectaba ambos mundos ( el terrenal y el inframundo ) podía ser un río, montaña, volcán, lago, cueva, laguna, manantial, etc.

Un día, mientras vivía en Huánuco, en los andes del actual Perú, unos amigos me propusieron ingresar a la cueva de Jatun Uchco, en la localidad próxima de Ambo. Este sitio sagrado ha sido testigo de  múltiples rituales y ceremonias ancestrales, y lo más curioso es que allí se han encontrado los únicos restos completos de un tigre dientes de sable del mundo. Pese a tal insólito hallazgo, la cueva se mantiene sin ningun tipo de modificación humana y por fortuna aún es posible ingresar dentro de ella por cuenta propia. La peligrosidad del sitio, una vez que uno comienza el descenso es alta, debido a las infinitas grietas que la contienen. Si no se toman las más básicas precauciones, como utilizar cuerdas y una iluminación perdurable, salir de allí no es moco de pavo.

El grupo de espeleólogos improvisados estaba compuesto por Rafa, un malabarista nativo de Huánuco; el Chato, tatuador callejero de Lima; el negro Cristián, artesano nómade oriundo de Laferrere y nuestro guía con precarios conocimientos en cuevas, el señor Gino Cacique, también artesano, también peruano. El Chino al relatarnos una noche de cerveza en el parche del centro de Huánuco, su experiencia en Jatun Uchco, nos dejó a todos con la boca bierta llena de moscas y con unas densas gánas de ingresar a la Pacarina lo antes posible. Ambo se encontraba a pocos kilómetros de Huánuco y hacer unas antorchas para iluminar el camino en descenso, no era algo tan dificil. Cómo nadie quizo invertir en cuerdas gruesas, las dejamos afuera de la lista. Media docena de velas serían las luces de repuesto. gino había ingresado una sóla vez a la cueva, y según su relato la cueva, en verdad eran varias cuevas, con forma de hormiguero. Por tal razón, hacer marcas en el camino era una tarea indispensable para salir de allí. De tan despiestados ninguno se acordó de planificar un marcador para ese detalle.



Madrugan los gallos para cantar a capela un amanecer. Despiertan los aventureros para correr del riesgo las cortinas. Le echamos combustible al tanque: pan con aguacate y jugo de fruta. Energía, vigor. Reptamos por los valles andinos en una clásica buseta, junto a hombres  peinados con sombrero y mujeres que cultivan quinoa y papas en la huerta del sol. A Gino le tiemblan las piernas.  El Chato carga entre las manos su corazón. Ambo es un pueblo hermoso, es una gota humana que moja las montañas. Las personas son curiosas, observan y cuando las vemos se tapan la vergüenza con las manos. Las iglesias parecen estar pintadas con pastel.

El portal de la cueva se encuentra en la cima de un cerro. Falta poco. Nos saludan los vecinos, hace calor. El estómago de tantos nudos parece una pulsera de macramé.




Un extenso sendero sin marcas ni carteles nos acerca al hueco principal, al tope del cerro. Ofrenda de agradecimiento hojas de coca, tabaco, una vela y  alcohol. Fumamos un cigarro entre todos, pidiendo permiso a los Apus para ingresar. Descendemos por una grieta, y duchamos las antorchas artesanal es con gasolina, inicia el viaje al otro mundo.

Iluminados por el fuego



Descenso en la grieta

El Chato

Los caminos se abren, al igual que las decisiones en nuestra vida. Debemos elegir uno y marcar con la cera de las velas algun símbolo en las piedras. El silencio de hospital psiquiátrico es sofocante. Ingresamos a la oscuridad de 300 noches sin luna. Caminamos lentamente, avanzando con la iluminación de los latidos del fuego. Por momentos los túneles se vuelven demasiado estrechos y cuesta avanzar. Cada incierta cantidad de metros hallamos cámaras donde el espacio es más abierto, y aprobechamos a tomarnos un recreo. No hay vuelta atrás, las decisiones se toman en conjunto. Sacamos fotos para aliviar los nervios. El sitio es una máquina del tiempo, oscuro y sin luz. Continuamos el descenso hasta que se vuelve imposible continuar sin cuerdas. Nadie sabe cuantas horas ya hemos pasado ahí dentro. Hace calor de primavera. Nadie sabe cuanto falta para llegar a China y mucho menos si los supermercados a esa hora estarán abiertos. Hacemos una votación y por unanimidad, emprendemos la camino de vuelta. Luego de trepar, arrastrarnos y continuar trepando como koalas andinos, al Chato se le cae la botella de gasolina adentro de una grieta. Suena un ping pong interminable de piedras. La noticia es contundente, acabamos de perder todo el combustible de las antorchas para siempre. Minutos más tarde, quedamos a oscuras. El Chato se quiere pegar un corchazo de sidra en la sien. Por suerte, todavía quedan velas, sino a llorar un mar de melancolía. El ascenso triunfal está cerca, y la caverna nos va dando la despedida después de bucear una jornada en el intestino grueso de la Tierra. Al ver los primeros rayos de sol atravesando los contornos de las rocas, se siente una fiesta de carnaval. Qué mágica que es la vida cuando te convertís en una hormiga. Salimos campeones, la experiencia fue orgasmica. No seremos los enviados celestiales de la Pacarina, sin embargo nos colma el pecho una radiante alegría.


Gino