A fin de cuentas cualquier tipo de percepción
termina siendo sólo
una visión
humana,
acotada,
parcial,
diminuta,
de todo aquello que se puede abarcar.
El humano no es el centro del universo,
es tan sólo un segundo
en el inagotable reloj del tiempo.
Ir más allá de la materia,
atravesarla
romper el cascarón
crecer
en el sentido más amplio de la palabra
es el desafío del espíritu
que quiere abrir sus alas
y despertar
para jamás volver
a la jaula.
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