Efecto colateral

El efecto colateral de la construcción de caminos, y el tránsito de vehículos tan veloces es la muerte de la fauna autóctona, que por error de cálculo son invisiblemente atropellados. Y ahí quedaron con las tripas al aire, gatos, ratones, caimanes, monos, serpientes, coatíes, sapos y una innumerable lista de vertebrados e invertebrados, hechos puré bajo las cubiertas de caucho.



Nadie lo hizo intencionalmente, ni de forma premeditada, y quizás hasta algunos de ellos sean arduos defensores de los derechos de los animales, o hasta sean veganos y/o vegetarianos, o veterianarios, pues en la ruta, más allá de las ideologías, los motores igual matan. Matan ciegamente, matan sin sentir culpa, matan sin conocer sus víctimas. Y esto surge como una bella paradoja en que aquello que parece un avance, también es un retroceso, y las mismas máquinas que nos facilitan la vida, también la empeoran.

Al hablar de los defensores de la naturaleza, no pretendo desmerecer el ideal de elegir no comer carne, es más hayo un acto compasivo y humano tomar esa determinación. Tampoco pretendo responsabilizarlos de un acto que fehacientemente no tengo la certeza ni forma de comprobar. Mis respetos para quienes lo hacen en oposición al genocidio animal y el cruel sistema de funcionamiento de los mataderos. 
Sin embargo, también creo que cada pedazo de comodidad que utilizamos lo conseguimos por obra de la muerte y transformación del entorno. La muerte de los árboles, de los insectos, de los mamíferos, de las montañas, de los ríos, de los mares, de todos lados y de todo tipo de cosa que respire o esté ocupando un diminuto espacio del Planeta. Me refiero a eso para lo cual usamos el eufemismo de "materia prima". Sucede que cada elemento que precisamos para vivir, además del cuerpo que habitamos, es producto de esa transformación.

Aunque no apoyo el fractricidio de nuestros hermanos animales, también soy conciente que cada hectárea de campo cultivado con el cereal del cual me alimento; cada hierro de la bicicleta que transporto; cada elemento utilizado para fabricar la computadora con la cual escribo; cada pedazo de alambre que me soluciona la vida; cada aguja, cada abrigo, cada hilo, cada centímetro cubico de gas licuado, es elaborado y producido luego del éxodo forzoso o la aniquilación indirecta de los habitantes pacíficos de los montes, de los mares y de los cielos.
Y no se trata del famoso mito de sobrepoblación mundial, sino del estilo de vida que la especie humana elige cada día. El consumo excesivo existe por obra y gracia de la producción excesiva de cosas, en su mayoría innecesarias, y en ese sentido hemos desarrollado una mega industria que funciona como un pulpo de mil brazos, que al no ser controlado bajo parámetros de sustentabilidad y sostenibilidad real, perpetuamos el perecimiento de especies vitales, que sin voz ni voto quizás ya no vuelvan a poblar este planeta. Parece que sólo le damos importancia a aquello que nos genera probecho y utilidad al instante, sin medir la funcionalidad y belleza que en el gran ecosistema brinda y recibe cada micro especie.

Destruimos mucho, inconcientemente e indirectamente, al punto que al conducir un vehículo a motor para ir al trabajo y ser un eslabón más de esta cadena de producción, matamos en el camino cada día algun miembro de nuestra propia especie. Basta con enterarse que la principal causa de muerte no natural de Argentina son los siniestros viales dentro de la ciudad, y no es que este país este sobrepoblado, sino que más de un tercio de su población total reside en la capital y sus alrededores.

Soluciones, alternativas y opciones sobran. Basta con no esperar a que alguien de la orden, sino tomar la iniciativa de generar un nuevo compromiso, una nueva responsabilidad, como mínimo con nosotros mismos. El resto llegara por añadidura progresivamente, o por comprender personalmente los benecificios de intentar dar siempre lo mejor de uno y hacernos cargo del poder que tenemos aun siendo del modesto tamaño de una hormiga. 

Al final vivimos para aprender a comprender en cuál rollo estamos metidos, y no nos hace mal probar distintas opciones del gran esquema, a ver si de esa forma permutan los resultados y alcanzamos alguna satisfacción perdurable.





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