PN Cataratas del Iguazú



El perro que llevo dentro, inquieto y saltarín movía el rabo con ahínco. Estaba emocionado y feliz con semejante espectáculo. Las Cataratas del Iguazú, maravilla natural del mundo, le disponían la magia a mi can interior.

   Aunque uno lo intente con vehemencia, resulta imposible contener tanto movimiento en la mirada. Emanan incalculables metros cúbicos de líquido del Río Iguazú con el mismo ánimo en que un paracaidista se deja caer intensamente al abismo atmosférico.
Rocas bañadas de río, tierra bañada de selva, selva invadida de terrícolas bípedos que invierten días, vuelos, dinero y mucha energía en conocerlas. Hermosa experiencia el poder estar ahí, apreciando ese acto sublime de vida, declarado en 1984 Patrimonio de la humanidad.
   Parque Nacional Iguazú, manso parque de diversiones resulto ser. Además de cascadas alucinantes uno aprecia con cierto asombro la hipnosis social de los turistas que toman medio millón de fotos a cada partícula de agua que ven caer. Chillando de alegría cuál cotorras barranqueras, llegan en manadas por las pasarelas invadiendo esa porción de selva, diez horas al día, los 365 días del año.
Todos contentos, sonrisas flotando por el aire, un espectáculo de felicidad. Sobretodo para los pequeños cuatíes que rastrillan sin piedad las mesas donde se alimenta la gente, ejerciendo soberanía en cada hurto que las distracciones humanas les permiten.




   Bonitos y panzones los cuatíes del parque también son ladrones. Organizan sus coartadas monte adentro, para luego desplegarse en la "zona humana" todos al mismo tiempo. Disimuladamente con caritas de inocentes, un grupo posa de forma elegante lo más bello de su fisonomía para agrandar el archivo de postales de los turistas que desesperados e impacientes les tomamos fotografías a granel, mientras otro grupo comando de animalitos salvajes arremete contra el patrimonio alimenticio de algún despistado. Logrando victoriosamente una embestida inesperada huyen nuevamente juntos al monte con el delicioso motín en sus diminutas garras. Sé de lo que hablo, he presenciado su Modus Operandi en acción. sin embargo, no son ellos los invasores sino el humano que ha llegado con sus estrafalarios, dulces y gustosos bocados al sitio donde ellos habitaban en paz.




   Todos nos adaptamos para sobrevivir, es parte de nuestra naturaleza,y ésta no es más que otra forma extraña de simbiosis, entre el humano, el agua y el animal.

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