Una
camarita de foto quería comprar el nene, después de haber perdido en Salta
capital la que habíamos comprado en Colombia. Y si, es lindo tomar cada
tanto algún recuerdo fotográfico para no
darle tanto laburo a la memoria y poder compartir además alguna imagen del
mundo con la gente. Entonces era cuestión de cruzar el río Paraná, desde
Posadas hasta Encarnación y pagar un tercio de lo que cuesta el mismo objeto en
Argentina. Tanto en Encarnación como en Ciudad del Este, se puede comprar lo
que a uno se le ocurra a muy bajo costo, y si incurre en el arte del regateo
aun más.
En esa
región del río Paraná Argentina y Paraguay están conectados por el puente
internacional San Roque, el cual mide dos kilómetros y medio de longitud en
total, y fue construido luego de que la nación argentina inundara una gran
parte del sur de Paraguay para confeccionar la represa hidroeléctrica de
Yacyreta, donde se obtuvo el premio al robo más descarado de la historia del
pueblo argentino. El costo total de la obra ronda en los once mil millones de
dólares. Un afano insuperable, de carácter monumental. Y pensar que hay gente
que quiere que le den bala a los que roban billeteras y celulares, y después
cuando hay elecciones se inflan el pecho con orgullo, votando a estafadores,
ladrones y carroñeros. Por favor no sólo analicen a los que delinquen con gorra
y moto sino también a los profesionales que usan guantes blancos. Matar de
hambre al pueblo trae como consecuencia que después la gente asesine
brutalmente para saciar un vicio por desesperación. Imaginemos esos millones de
dólares que se robaron algunos pocos, invertidos en educación, salud, jubilaciones
y otros gastos públicos, porque ni de cerca era necesario gastar tanto dinero
para realizar el eterno proyecto de Yacyretá.
Para
llegar entonces a la nación vecina de Paraguay es preciso cruzar el puente,
pero al igual que muchos otros, no está permitido hacerlo pedaleando. Hay un
moderno tren que viaja constantemente, yendo y viniendo de forma paralela al
circuito automotor, donde además de pasajeros se pueden cargar bicicletas (en
el pasillo). Entonces le dirigimos un invisible saludo al país natal e
ingresamos a velocidad de locomotora al Paraguay, nación de la cual no sabíamos
hasta el momento una verdadera goma.
El
centro comercial está a la vera del puente, con infinidad de locales vendiendo
en su mayoría artículos electrónicos. Hay vendedores ambulantes con productos
falsificados pero no en abundancia, como sucede en Ciudad del Este. Otros
parados en las esquinas ofertan a los gritos objetos usados de enigmática
procedencia.
En un
comercio de esos que había, compre la cámara digital con pesos argentinos, y
nos fuimos al vuelo hasta la plaza principal de la ciudad, para comenzar a
hacer dinero con nuestras artesanías, para recuperar lo invertido y almorzar.
Lo
primero que me llamo la atención fue que había más de un puesto callejero
alquilando equipos de mate para hacer tereré. Además de los que venden chipá o
roscas de mandioca. La gente llega a la plaza alquila un termo de tres litros,
elige la hierba medicinal que va a ser machacada en un mortero de madera y
colocada junto a la yerba, y paga una modesta suma económica. Se acomodan en
algún banquito y luego de vaciar el termo, devuelven el equipo de mate al personaje
que se los alquiló. La ciudad es grande, y justamente es la capital del
departamento, sin embargo los paraguayos son honestos, ya que nadie sale
corriendo y cruza el río Paraná nadando para vender el termo en Argentina.
Y así de
relajados ingresamos al Paraguay, dispuestos a quedarnos allí por algún tiempo
para ver que más sucedía y conocer sus formas de llevar a cabo la vida.
Todo río es una buena ducha |
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