Hacele dedo que es pariente de Tolstoi


Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no desear con exceso lo que no tengo”  León Tolstoi 
El conde Lev Nikoláievich Tolstói, también conocido en tierras criollas como León Tolstói, fue un escritor ruso, considerado hoy en día como uno de los escritores más importantes de la literatura mundial. La vida de este personaje estuvo marcada por grandes y extensos episodios que van afianzando una evolución en su pensamiento y en su comprensión de ideales altruistas.
     Hijo de un noble propietario y una princesa, tras quedar huérfano a temprana edad comenzó a transitar una vida de búsqueda inquietante entre los placeres mundanos y la abnegación hacia los más perjudicados. Con los beneficios sociales que acarreaban en aquella época los títulos aristocráticos, el joven Lev se animó a conocer tanto el mundillo de los ricos, como la oscuridad de la guerra participando en el combate de Sebastopol y la sencillez de la vida en el campo. Cada hecho fue ahondando una huella inquebrantable en su construcción de un mundo más humano e igualitario.
     Luego de experimentar la pesadumbre de la guerra, concibe transitar un camino de paz; abandona la opulenta vida aristocrática por el oficio de zapatero y campesino escritor; rompe pactos con la iglesia ortodoxa y se anima a establecer un centro educativo en su aldea para los hijos de los campesinos con una pedagogía particular, cuyos principios instruyen en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes. Decide dejar los lujos atrás para llevar a cabo el desapego a lo material, viviendo austeramente. Eso es lo que se sabe, eso es lo que dicen, o lo que quedo como obra humanitaria de su ser, más allá de lo escrito.
    Lev falleció finalmente en 1910 a los 82 años de edad en Rusia, la nación que lo vio nacer.
Comienzo este texto haciendo referencia a la vida de Lev Tolstoi porque a mediados de febrero del 2016, cien años más tarde de su muerte y en territorio uruguayo, mientras hacíamos dedo con Marita con rumbo a Argentina, se detuvo un automóvil conducido por el bisnieto del legendario escritor. Estábamos en las afueras de la localidad de Nueva Palmira, cerca al Río de la Plata, al sur de Uruguay cuando su automóvil repentinamente se detuvo al ver el dedo alzado. Apareció detrás del vidrio el rostro de un hombre anciano, de cabello descolorido por los años, modales refinados y acento francés. Una grotesca pipa de madera negra como azabache, era sujetada firmemente por sus labios finos y rosáceos. Él se presentó como Sacha, escritor y pescador.
     La verdad es que no supimos quien era hasta que al acomodarme en el asiento trasero, intentando no aplastar ningún libro de todos los que había desparramados sobre el tapizado, observé uno de reojo con el famoso apellido ruso impreso en él. Marita mientras tanto conversaba en el asiento de acompañante con Sacha.

- Disculpe la curiosidad...usted es pariente de León Tolstoi? - me atreví a preguntar.
- Sí, soy su bisnieto - afirmó desinteresadamente el señor. Como el tipo tenía acento francés, era bisnieto de un reconocido escritor ruso y estábamos viajando por Uruguay, comenzamos a bombardearlo de preguntas para atar los cabos sueltos.
    Resulta que Sacha había nacido en Francia, al escaparse su abuelo de Rusia durante la revolución bolchevique y radicar en consecuencia a su familia en Europa. De niño fue enviado  al humilde, lejano y desconocido país latinoamericano de Uruguay para que aprendiera a través del aislamiento geográfico a comportarse, siendo para esa instancia un pre adolescente inquieto y desobediente al estilo aristócrata que debía mantener. Luego de regresar al viejo continente con “la cabeza en orden”, vivió extensos años en París siendo el dueño de la tienda de pesca de mayor prestigio de la nación francesa. Allí conoció a presidentes de diferentes naciones, secretarios de cargo ejecutivo y empresarios de multinacionales, entre otros humildes clientes.
    Tras vender el comercio de pesca a un extravagante precio, se mudo junto a su familia a un aislado campo en las afueras de la capital más romántica del globo. Hasta que un día tras quedar viudo y tener varias décadas de vida a cuestas, tomó la iniciativa de regresar al Uruguay.
    Cómo herencia familiar adoptó la escritura como oficio, publicando más de quince libros, además de incursionar en el mundo de la pesca a través de una revista mensual siendo el director y columnista destacado. Ya que arrojó sus anzuelos en más de sesenta países codeado siempre de gente de su misma calaña, como el hijo de Ernest Hemingway, el abogado íntimo de Bill Clinton, el propietario de la mayor cadena de faenado de pollos de Norteamérica y tantos otros gomelos más. Por tal afición jamás abandonaba a donde iba los elementos indispensables para pescar. En ese preciso momento, sus cañas dividían como si fuera la magia de Moisés, el vehículo en dos.
    Durante dos horas hablamos del mundo, de viajar, de hierbas fumables, de su pasado y de nuestro presente. El viejo era simpático y agradable, y afirmaba que amaba aquello que llamaba "la buena vida". Si bien no estaba en todo de acuerdo con su filosofía de vida aristócrata y sus respectivas consecuencias para el resto del mundo, era un conductor más que interesante para conversar. Sin notarlo, habíamos llegado a una estación de servicio, a doce kilómetros del puente internacional de Fray Bentos - Gualeguaychu. Nuestro viaje junto a él de esa manera finalizaba. A partir de ahí nuestros caminos nuevamente se abrían, Sacha iba a visitar un amigo y nosotros ingresaríamos a nuestro país natal.
    Antes de despedirnos nos obsequió su autobiografía en español, titulada "Como pez en el agua" y nosotros le regalamos un mapa rutero de la nación donde habitaron los Charrúas. Le dimos las gracias y se marchó, llevando consigo un pedazo de una larga historia que no va a morir jamás.




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