El arte de escribir al pedo



Escribir palabras al aire,
sueltas,
inconexas,
unidas a la fuerza,
mentalizadas en el formato y perdiendo de vista su mensaje
es como condimentar con ácido sulfúrico una ensalada de lechuga y tomate;

es como acariciar una criatura murmurándole al oído el resultado del último partido de Banfield, sabiendo que a la criatura le importa tres carajos el fútbol;

es como saltar la cuerda con el cordón umbilical de un caniche Toy;

es como enjuagarse la cabeza en un fuenton de lavandina para limpiar los malos pensamientos;

es como descargarle 50 kilos de arena Montevideo en la pelopincho para hacerles creer a tus sobrinos que están en la Bristol;

es como tirarse un pedo en el ascensor teniendo la esperanza de que la gravedad vaya a disolver en el acto la cuestión;

es como matar de un piedrazo una paloma y rezar tres Ave María para resucitar al bicho y pedir perdón;

es como…para, ¿a qué venía con todo esto?


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