Jesucristo también es uruguayo

Egresó de un hueco después de estar mucho más de tres días encerrado, ultrajado, maltratado, no del sepulcro, éste se escapo de un neuro-psiquiátrico, y gateando desde Montevideo llegó a Salta capital hecho un diablo. De entrada bardeó al sacerdote de la Iglesia central un sábado por la noche en plena misa y se fumó los cigarrillos de media provincia sin importarle las marcas.
    Pidió puchos y dio las gracias. Pidió comida y dio las gracias. Pero la gracia a él nunca le llegaba. Reía como un niño de salita de cuatro, después lloraba descontrolado como el cauce de un río desbordado. Estaba más loco que una cabra, pero como era simpático lo invitamos a comer un choripan en el Parque San Martín. Otra noche le dimos de fumar marihuana.
    Afirmaba que era la reencarnación de Jesucristo. Él era el mismo que haciendo dedo se lo encontró a San Miguel conduciendo un Peugeot  205 y vio a Bob Marley en Japón reencarnado. 
   Suéter de lana multicolor y rulos de arcángel. Cantaba con alegría y hablaba hasta por los codos. Resurrecciones, erecciones, transformaciones. Bla, bla, bla. Estaba más solo y perdido en el mundo que un musulmán mordiendo una bondiolita de cerdo en el Vaticano.
    Incoherente, contradictorio, bipolar. Intuimos apenas unas gotas de cordura adentro del mar de locura de su alma en llamas. Los testigos de Jehová le ponían los pelos de punta y le contagiaban rabia. Recordaba más pasajes de la biblia que memorias de su pasado. Electroshock del siglo XXI, indigente del fututo apocalíptico premonitorio. Predicador, viajero y ciudadano ilustre de la calle.
   
  Si creía ser Cristo, entonces lo era, en versión desquiciada con una definida cultura matera uruguaya. Si se le había desfondado el balde de la cordura, ¿cuál era el problema? Si a muchos samaritanos también se les voló la tapa.
    Así de linda es la vida, que uno se encuentra al Jesucristo latinoamericano en las calles de Salta, plácidamente caminando a la espera de que algún día llegué Dread Mar I a la ciudad norteña y consiga darle su mensaje.


Mural en Joinville, Brasil

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