Atropellado por un Mototaxi

Mototaxi
    

    Un día de aquellos, al ingresar a hacer mi clásico número de malabares bajo la carcaza amarilla del semáforo, en la ciudad de Huánuco, dirigida al populoso público de mototaxis, un joven conductor distraído y apurado, doblo en U, estándo la luz del semáforo aún en rojo, y de un exabrupto recibí el impacto del chasis en el brazo izquierdo. El golpe inesperado y bandido, me arrebató el equilibrio en un microsegundo. Las pelotitas volaron caóticamente por el aire. Entonces caí redondo al suelo como un trompo sin inercia impactando los huesos contra el asfalto. 
    Al mismo instante en que el conductor direccionó el mototaxi para completar el giro y escapar, mi pie derecho quedó aplastado por una de las ruedas traseras del vehículo. 
   Sentí el shock eléctrico del impacto enviado a mi cerebro en forma de sinapsis violenta. Dolor, alucinación y desconcierto. Y ahí quede, acostado sobre el colchón de brea, retorciéndome como un bicho bolita, mientras el mototaxi se alejaba por el horizonte de la indiferencia y la impunidad. 
   Al permanecer entretenido con el dolor que invadía mi flujo sanguíneo, no me percaté como sucedió, pero por obra de los vecinos y un policía, detuvieron al conductor que había intentado huir. Entonces el tumulto vecinal que nos rodeó, me brindó una mano para subirme al mismo mototaxi que me había atropellado acompañado por el oficial de policía, y en contados minutos llegamos a un hospital privado. No había tiempo que perder, esperando una patrulla.
   Jeringa en la nalga para anestesiarme la pierna completa. Calmantes para chupar en forma de caramelos y una receta médica para hacer una rehabilitación de cuatro días. Sin fracturas, no hay nada que temer me dijo el profesional de guadapolvo blanco.
   Afuera del hospital, llega la mejor parte, donde el policía nos anuncia a mí y al infractor que arreglemos un "número" entre nosotros. Sin abogados, papeles, controles de alcoholemia ni tanta burocracia de por medio. Corta la bocha, que ya estaba por finalizar su horario de trabajo. Entonces nos subimos con Schumacher al recinto privado del motocarro para debatir la indemnización. Dibujamos números en el aire, hasta hallar uno bonito que nos gusto a los dos. 
   Imaginaba que éramos Curly, Larry y Moe detrás de escena. Minutos más tarde nos dirigimos al centro de la ciudad para volver cada uno a su rutina diaria. 
    
    Y así, es cómo se toma unas breves vacasiones un malabarista argentino en la nación peruana, con una pierna vendada utilizando un palo de escoba de muleta.


( Esta historia aconteció en Perú en el año 2012 )


Alegrando a los chibolos ( niños ) en Piura

Río Huallaga - Huánuco

   

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