Aquella gente cultivaba sus propios alimentos, pescaban en canoas artesanales y me convidaban sus risas y su tiempo. Los niños cazaban aves de forma profesional y nadaban como delfines en el río Napo. Nunca me cobraron por dormir dentro de un hogar en mi hamaca y compartían todo de forma muy natural. Cada día junto a ellos comprendía un poco más mi desmesurada ignorancia...
Han pasado casi ocho años y ahora me dedico a construir mi hogar en el bosque. No estoy en contra de los pueblos ni de la ciudad, pero siento que algo allí me hace falta. No sólo a mí, sino a la humanidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario