Confesiones de un hombre que traicionó a la humanidad




_¿Y cuál es la solución? - pregunté, mientras observaba el bello rostro de aquella chica de Indonesia.
—Dejar de ser tan codiciosos. Y tan egoístas —dijo—. Comprender que hay algo más en el mundo que sus rascacielos y sus tiendas de lujo. La gente se muere de hambre y a ustedes solo les preocupa que no falte combustible para sus coches. Los niños se mueren de sed mientras ustedes buscan las últimas modas en las revistas. Las naciones, como la nuestra, se están hundiendo en la miseria, pero su pueblo no escucha los gritos pidiendo auxilio. No escuchan a quienes intentan contar estas cosas. Los llaman de radicales, o comunistas. Sería preciso que abrieran los corazones a los pobres y desamparados, en vez de empujarlos hacia una pobreza y una servidumbre más grande todavía. No les queda mucho tiempo. Si no cambian, estarán acabados. 

  Hoy vemos los estragos resultantes de este sistema. Ejecutivos de las compañías estadounidenses más respetadas que contratan por sueldos casi de esclavos la mano de obra que explotan bajo condiciones inhumanas en los talleres de Asia. Empresas petroleras que arrojan despreocupadamente sus toxinas a los ríos de la selva tropical, envenenando adrede a humanos, animales y plantas, y perpetrando genocidios contra las culturas ancestrales. Laboratorios farmacéuticos que niegan a millones de africanos infectados por el HIV los medicamentos que podrían salvarlos. 

En Estados Unidos mismo, doce millones de familias no saben lo que van a comer mañana. 

 Estados Unidos gasta más de 87.000 millones de dólares en la guerra de Irak, cuando Naciones Unidas estima que con menos de la mitad bastaría para proporcionar agua potable, dieta adecuada, servicios de salud y educación elemental a todos los habitantes del planeta. 

¡Y después nos preguntamos por qué nos atacan los terroristas! 

...es la historia de Estados Unidos, del primer imperio auténticamente planetario. El pasado nos ha enseñado que, o cambiamos de rumbo, o tenemos garantizado un final trágico. Los imperios nunca perduran. Todos han acabado muy mal. Todos han destruido culturas en su carrera hacia una dominación mayor, y todos han caído a su vez. Ningún país o grupo de países puede prosperar a la larga explotando a los demás.

(Confesiones de John Perkins)









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