la más atractiva, la más tentadora, y la
más celosa
tanto que no me permitía caer en las viejas
escorias del pasado.
Apretaba los dientes recordándome que ya no las
necesitaba.
Sus ojos negros de caucho barato
Me habían arrastrado hasta límites totalmente
desconocidos
aullándome como un lobo estepario
para que los supere con vehemencia
Con el tiempo y en silencio
me enseño a conversar con el viento
a bañarme en sucesivas capas de sudor,
a superar el hambre a la fuerza
y el cansacio muscular,
a encontrar ríos y quebradas escondidas
entre árboles y piedras del monte.
Me enseño los beneficios de la paciencia
( aunque aún la siga perdiendo )
y a no creerme mejor ni peor que nadie.
Para comprenderla en más de una ocasión
entre mis manos, entre mis piernas
se partió en mil pedazos,
entregada al gusano hambriento del óxido
a los vidrios de cervezas rotas arrojadas por
la ventanilla de algún buen ciudadano,
a los alambres sueltos de las cubiertas
recapadas reventadas de los camioneros,
al cansancio,
porque el metal es como el hombre
en algún momento se cansa.
Y así aprendimos a convivir.
El humano y la máquina,
la carne y el hierro,
la mente y el corazón
Para darle forma, sentido y acción
a los pensamientos volátiles
de hacer real
los deseos más íntimos y mejor guardados
en el baúl de mis sueños.
en el baúl de mis sueños.
Pedaleado a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar |
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